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jueves, 22 de marzo de 2018

Objetivo: Velázquez

Galería Doria Pamphilij, Roma


(Imagen: C. del Rosso)

No alcanza una vida para conocer Roma. Eso dicen, y es verdad.

Era un día de invierno, frío y lluvioso. Mucha humedad; anochece temprano. Estaba por pocos días, por asuntos familiares. Apenas me alcanzaba para recorrer y conocer algo. Tenía una idea fija: Velázquez, Inocencio X, Galería Doria Pamphilij. Estar en Roma y no ver este cuadro, no me lo hubiese perdonado nunca: tenía que ir sí o sí.

Con una lluvia tremenda, tomé un taxi hasta allí. Al fin. 




(Imagen: C.del Rosso)




Despejar un poco la cabeza de todos los líos y disfrutar del arte. Para esto también sirve el arte. Meterse en otro mundo y olvidarse de los problemas. El paraguas, chorreando agua (¡Qué desastre! No puedo entrar con esto así). Hay que recorrer todo el patio (el cortile de Bramante) y subir a la primera planta. Demasiada lluvia, no valía la pena detenerse a verlo. El paraguas llegó casi seco, qué bueno.








Un palacio tremendo, apabullante. Es meterse de lleno en el sg. XVII. Pertenece a la familia Doria Pamphilij Landi, nobles italianos de larga, pero larga historia, tan larga que da vértigo. Todavía viven allí. Realmente impresionante: las paredes tapizadas con telas adamascadas, mármoles, muebles de época, candelabros y los techos decorados… 

(Imagen: C.del Rosso)

El salón del Poussin, mejor dicho, de Dughet, a quien llamaban “Poussin”, artista preferido de la familia. Y luego, el salón de los “velluti” (terciopelos) con bustos de mármol. Y más allá, la sala de baile, dividido en dos ambientes, con su rinconcito para la orquesta.

Lo mantienen tal cual como en el sg. XVIII: con las paredes llenas de cuadros hasta el techo, sin dejar ni un huequito, como era el gusto de la época y en la misma disposición que tuvieron por los siglos de los siglos; marcos dorados, mucho oro por todas partes.
Rafael, Retrato doble, 1516

Demasiado para digerirlo en una tarde: Caravaggio, Lorena, ¡Velázquez!, Tiziano, Brueghel, Teniers, Tiziano, Rafael, Parmigianino, Carracci, Guercino… Imposible. Demasiado juntos, demasiado altos, o no poder verlos de lejos. 

Brueghel el V., Paraíso terrenal con pecado original, 1611

Brueghel el V. Batalla en Nápoles, 1558
No tenía tiempo para ver todo con el mismo interés, así que deambulé por las galerías buscando nombres o que alguna obra me llamara la atención.  En la galería Aldobrandini (otra rama de la familia) me atrapó Brueghel y pasé de largo frente a Lorena, Carracci o Rafael. 




¡Oh, la sala de los espejos! No lo podía creer. Me quedé un rato largo mirando la decoración del techo con los trabajos de Hércules, la recorrí varias veces. 







Brueghel el V., Batalla naval en Nápoles, 1558




Luego, la galería Pamphilij, otra galería estrecha, llena de cuadros y más cuadros: otro Brueghel me llama para que me acerque a verlo. Y Correggio, Lotto, Reni, Durero, Rembrandt, Guercino, Bassano y ¡Lavinia Fontana!

Maestro Jacomo, Joven cantante, sg.XVI
(Imagen: C.del Rosso)


Pero algo me hizo detener frente a un tal Maestro Jacomo. ¿Quién era? No lo sé. Entre tanto nombre ilustre, estos cuadritos, pequeñitos, con niños cantando, a la manera holandesa, me cautivaron. Tienen un aire a Georges La Tour. (1)














Maestro Jacomo, Joven cantante coronada de
laurel, sg. XVI (Imagen: C. del Rosso)
 Y luego, la galería Doria: Carracci, Tiziano, Reni, Patinir, Brueghel, Rafael… Más nombres importantes. Están colgados muy arriba, mejor verlos online. Pero creo que, aunque no los podamos contemplar como se debe, el valor de esta disposición está en que podemos hacernos una idea cabal de cómo se apreciaba el arte en otras épocas y, además, conocer de primera mano cuáles eran los gustos de estos coleccionistas.















Velázquez, Inocencio X, 1649
Pero, ¿y Velázquez? ¿No había venido yo a ver el Velázquez? ¿Dónde está? Pregunté a 3 guardias que estaban haciendo su recorrido y discutiendo muy animadamente sobre el “calcio” y la Roma. “Señora, ha pasado de largo, la acompañamos.” Sí, no había visto que, al comienzo de la Sala de los Espejos hay una salita pequeña, el Gabinete de Velázquez














Allí está el Inocencio X inquiriéndote con la mirada, como si estuviese vivo, atrapado en el lienzo. “Troppo vero”, dicen que dijo el Papa. Y la verdad, tenía razón. Me desilusionó un poco, porque hay que verlo de lejos. Esos pliegues, esa mirada, las manos, merecen ser vistos de cerca. Bueno, al menos, en mi caso, que quiero aprender del maestro Velázquez. Junto al cuadro, un busto del Papa hecho por Bernini: es bueno comparar las 2 obras. Velázquez es demasiado, demasiado realista. Bernini le perdonó el gesto. Por suerte dejan sacar fotos: el zoom puede ayudar, aunque no es lo mismo. Inocencio X era un Pamphilij: donó el cuadro, con la condición de que no se venda nunca ni se separe de la colección.


Caravaggio, Descanso en la huída a Egipto, 1596

Caravaggio, Magdalena penitente, 1594
A estas alturas, ya mi capacidad de absorber tantas maravillas estaba más que superada, pero me faltaba una sala más, otra Aldobrandini, donde están los Caravaggio. (Ay, qué suerte, un asiento.) Caravaggio: su Descanso en la Huída a Egipto es absolutamente innovador en la composición, la luz, ese claroscuro tremendo… y la Magdalena penitente o el San Juan Bautista con el Cordero.









Tiziano, Salomé, 1515



Tiziano y su Salomé. Y Rafael con un retrato doble muy curioso, a la manera flamenca.











Me quedé con demasiadas imágenes en la cabeza. A la salida conocí la capilla del palacio y, luego, pasé por la sala donde está la librería. Allí descubrí unas naturalezas muertas magníficas de van Kessel (uno más de la dinastía Brueghel).


van Kessel, Naturaleza muerta con ostras, 1651

Si alguna vez tienes la oportunidad de visitar esta Galería, te aconsejo que te informes de antemano qué cuadros quieres ver y usar las audioguías o guía impresa, para no perder tiempo en lo que no te interesa. Los cuadros tienen carteles con el nombre del artista y con un número de ubicación, pero no con su título.

Afuera seguía lloviendo. De vuelta a la realidad. Ya no tenía tiempo para ir a la cafetería: dicen que tomar el té allí es una experiencia inolvidable.

(1) No estaba tan errada. Parece ser que se trata de Trophime Bigot, aunque la Galería Doria Pamphilij no reconoce esta atribución.

Si quieres pasear un poco más por la Galería Doria Pamphilij, pincha aquí. 




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