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jueves, 30 de julio de 2020

Paseando por los jardines de Renoir

De vacaciones


Renoir, Mujer con sombrilla en un jardín, 1873



Renoir no era como Monet, Sorolla o Caillebotte, quienes se pusieron a plantar su propio Jardín del Edén. Él disfrutaba; no tomaba la pala, sino el pincel.


Renoir, Mujer en el jardín, 1873


Fue uno de los fundadores del impresionismo. Y junto con Sisley, Monet, Bazille, iba hasta los bosques de Fontainebleau a pintar al aire libre, en medio de la naturaleza. Venía de una familia humilde y trabajó como pintor de porcelanas, abanicos, cortinas… ; iba a copiar obras del Louvre para inspirarse y le picó el bichito de esto del arte: decidió tomar clases de pintura con Gleyre. Allí conoció a sus futuros amigos,  con quienes provocaría la gran revolución en la Pintura.

Renoir, El columpio, 1876
Se cuenta que una vez Gleyre le preguntó sarcásticamente: “¿Usted pinta sólo por placer?” Y él le contestó: “Naturalmente. Si no me diera placer, no lo haría, créame.” Esto te puede dar una idea cabal de qué era lo que buscaba siendo artista y su actitud frente al arte (y la vida). 

Nunca se consideró un genio, siempre quiso aprender, fue humilde y trabajó hasta los últimos días de su vida, a pesar de estar muy enfermo.











Estaba en contra de la reforma urbana de París por parte del barón Hausmann; para él era un vándalo que estaba destruyéndolo todo. Añoraba esas antiguas casas con huerta y jardín detrás. Hausmann estaba destruyendo la vida de su infancia: de hecho, a su familia le expropiaron su casa y tuvieron que mudarse.

Para pintar Le Moulin de la Galette (lo vimos aquí y por aquí también) decidió buscar un taller cerca, en Montmartre. Encontró uno con un jardín precioso y allí se quedó. Era un jardín abandonado, mejor dicho, un jardín en el que no se veía la mano del hombre, sino la naturaleza creciendo sin domesticar.  Mujer con sombrilla en un jardín fue pintado allí. Este cuadro está en el Museo Thyssen y es mi preferido: siempre voy a verlo, aunque no siempre está, pues lo prestan muy frecuentemente a otras instituciones.


Renoir, Un jardín en Montmartre, 1890


Es un cuadro precioso. Es el compendio del impresionismo (y que me perdonen Monet y colegas). Es pura naturaleza, apenas si se ve un trocito de cielo. Y las figuras: no sabemos quiénes son. Quizás la persona que está al lado de la mujer sea un caballero recogiendo flores.


No te quedes con la intriga: la historia continúa en este cuadro. Tal cual: el caballero le regala una flor.


Renoir, Recogiendo flores, 1875


Renoir, Conversación en un jardín de rosas, 1876

O éste en el que 2 figuras disfrutan del lugar en animada conversación.













Renoir nos dejó muchas obras de jardines. En todas vemos más o menos lo mismo: la luz del sol, los innumerables toques de color para representar las flores y una figura que se convierte en el foco de atención de la obra. No hay cielos: sólo flores, árboles, pura naturaleza.


Renoir, El jardín, 1875


Hacia 1880 se va apartando del impresionismo. Percibe las limitaciones de esta técnica y trata de buscar su propio camino. Hace varios viajes a Argelia, donde dice ¡que descubre el blanco!; a Italia, donde se maravilla con los rojos pompeyanos, con Miguel Ángel, Rafael… También viaja a España para conocer la obra del tan mentado y admirado Velázquez. Todo esto le servirá de inspiración.


Renoir, Mujer en blanco en el jardín de Les Collettes, 1915


Pero a veces la vida te propone otro camino. Por esa época, comenzó a sufrir de reumatismo. Un accidente con la bicicleta aceleró el desarrollo de su enfermedad. Tenía que andar con bastón. En búsqueda de un clima mejor para su salud, se mudó en 1905 con su familia a la Riviera francesa, a Cagnes. Ésa era una luz fabulosa que había que pintar. La casa tenía un gran terreno de 3 hectáreas, lleno de olivares centenarios y naranjos. Nos quedan varios cuadros de ese jardín.

Renoir, Mujer con vestido azul en el jardín
de St. Cloud, 1899
Pero Renoir, a estas alturas, debía usar silla de ruedas; tenía las manos agarrotadas por la enfermedad y le tenían que amarrar sus pinceles. Pintó hasta sus últimos días, en la cama.  Se discute mucho la calidad de sus últimas pinturas (ver aquí), pero hay que verlas en el contexto: es la síntesis de todas esas influencias que lo marcaron en su vida y, naturalmente, con comprensión ante un artista debilitado por la enfermedad. 













La casa de Cagnes (Les Collettes) se puede visitar y es un museo dedicado a su obra y a su vida (te dejo el enlace debajo). También se puede visitar su taller en París (hoy: Museo de Montmartre). El jardín original no existe más, pero se ha rediseñado a partir de lo que vemos en sus cuadros, con hortensias, glicinas, rosales… Incluso se ha recuperado la antigua viña medieval, que se veía desde el ventanal del taller.
  
Renoir, Mujer en el jardín, 1916



Renoir, te guste o no, fue el pintor del goce de la vida, de la vida sencilla, de la naturaleza triunfante frente a la ciudad moderna y sus industrias.

Fuentes: Tobien, F. Auguste Renoir. Ramerding, Berghaus V. 1981


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