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jueves, 5 de septiembre de 2024

Un cuadro para los amigos



Van Dyck, Retrato de Frans Snyders y su esposa 


Cuando te enfrentas a un cuadro como éste, muy de Barroco flamenco, no te queda otra que decir:

“Pero, ¿cómo lo hizo?”

Esas miradas, esos gestos… Te olvidas por un momento que es sólo una pintura.

¡Y ni qué hablar de la maestría al reproducir los bordados o los encajes! Por cierto: una artesanía propia de Flandes, ¡qué belleza! Los personajes se han vestido de gala para la ocasión.

¿Y quién era Anton van Dyck?

Un niño prodigio: con 16 años ya tenía taller propio. Fue asistente de Rubens, nada menos, el mejor de su taller. El maestro lo recomendó a la corte de Inglaterra y allá se fue, con 20 años. Por allí no había buenos pintores (el último había sido Holbein, que lo vimos por aquí) y andaban buscando uno de renombre para los retratos regios. Rubens le regaló su mejor caballo como despedida y le dio muy buenas cartas de recomendación.

Van Dyck fue y vino. No terminaba de adaptarse: era un extranjero, católico, y la situación política no era para nada estable. Anduvo por todas partes, buscando encargos de renombre. Había que competir con Rubens y otros tantos (como Poussin, p.ej.).

Sin embargo, el muchacho tenía lo suyo. Tenía una pincelada espontánea, como la de su jefe. Trabajaba rápidamente, varios cuadros a la vez. Con el tiempo, desarrolló su propio estilo y fue el que impuso el retrato elegante (y podríamos agregar: retrato elegante inglés).

Para conocer un poco más de su técnica, te traigo esta vez este retrato doble, que le hizo a su amigo Frans Snyders y su señora.

Te lo cuento en la presentación. Nos vemos por ahí.

Fuentes: Blake, R. Anthony van Dyck. London, Constable, 1999

Brown, Ch. Anthony van Dyck. Milano, Rizzoli, 1999



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