Van Dyck, Retrato de Frans Snyders y su esposa
Cuando te enfrentas a un cuadro como éste, muy de Barroco flamenco, no te
queda otra que decir:
“Pero, ¿cómo lo hizo?”
Esas miradas, esos gestos… Te olvidas por un momento que es sólo una
pintura.
¡Y ni qué hablar de la maestría al reproducir los bordados o los encajes!
Por cierto: una artesanía propia de Flandes, ¡qué belleza! Los personajes se
han vestido de gala para la ocasión.
¿Y quién era Anton van Dyck?
Un niño prodigio: con 16 años ya tenía taller propio. Fue asistente de
Rubens, nada menos, el mejor de su taller. El maestro lo recomendó a la corte
de Inglaterra y allá se fue, con 20 años. Por allí no había buenos pintores (el
último había sido Holbein, que lo vimos por aquí) y andaban buscando uno de
renombre para los retratos regios. Rubens le regaló su mejor caballo como
despedida y le dio muy buenas cartas de recomendación.
Van Dyck fue y vino. No terminaba de adaptarse: era un extranjero,
católico, y la situación política no era para nada estable. Anduvo por todas
partes, buscando encargos de renombre. Había que competir con Rubens y otros
tantos (como Poussin, p.ej.).
Sin embargo, el muchacho tenía lo suyo. Tenía una pincelada espontánea,
como la de su jefe. Trabajaba rápidamente, varios cuadros a la vez. Con el
tiempo, desarrolló su propio estilo y fue el que impuso el retrato elegante (y
podríamos agregar: retrato elegante inglés).
Para conocer un poco más de su técnica, te traigo esta vez este retrato
doble, que le hizo a su amigo Frans Snyders y su señora.
Te lo cuento en la presentación. Nos vemos por ahí.
Fuentes: Blake, R. Anthony van Dyck.
London, Constable, 1999
Brown, Ch. Anthony van Dyck.
Milano, Rizzoli, 1999
No hay comentarios :
Publicar un comentario