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jueves, 29 de agosto de 2024

El hada verde

 

Picasso, La bebedora de absenta,
1901

La absenta y los artistas

Ajenjo, absenta, también llamada “el hada verde”.


Una vez, hace ya unos cuantos años
, paseando por una calle alemana, nos topamos con este negocio… y dijimos: “¿Qué???? ¿Ajenjo?”, “¿No era que estaba prohibido?”.

Vaya, parece que ya no.






Es una bebida peligrosa, que estuvo prohibida durante un siglo y que fue emblema de la bohemia parisina. Una moda, una costumbre, que circulaba entre los artistas e intelectuales de París. Van Gogh, Gauguin, Pissarro, Degas, Picasso, Toulouse-Lautrec y tantos otros. Muchos de ellos cayeron en el alcoholismo.

Oliva, El bebedor de absenta, 1901

¿Qué es el ajenjo? En principio, una planta con propiedades curativas. En el sg. XVIII, un médico francés, que vivía en Suiza, encontró la manera de hacer un aguardiente con ella: nada raro, pues los suizos son especialistas en licores de hierbas. Unas monjas se ocupaban de venderlo, por su valor como antipirético y digestivo. Es decir, era más un remedio que una bebida recreativa o social, como decimos ahora.

Absenta, Köhler Medizinal
Planzen Buch, 1887



(Imagen: Wikipedia)

Tiene un altísimo grado de alcohol:
¡casi 80º! Imposible tomarlo sin diluir. Suele tener un color verde y por eso se lo llamó “el hada verde”. Y, además, tiene un sabor muy amargo, dicen. Por eso, para poder tragar semejante brebaje, se desarrolló un método-ritual para beberlo. Se pone un tercio aprox. del líquido en la copa. Sobre el borde de ésta se coloca una cucharita con perforaciones (muy lindas, por cierto; son un objeto de colección muy buscado) y, sobre ella, un terrón de azúcar. Se van echando sobre el azúcar unas gotitas de agua fría. El ajenjo con el agua se enturbia y pierde su color verde, se vuelve blanquecino. Como en el cuadro de Degas.


Degas, En el café, 1875


Picasso, El vaso de
absenta, 1914 (escultura collage)

¿Cómo fue que se convirtió en una moda,
tan nociva, por otra parte? Cuando los soldados franceses invadieron Argelia, en 1830, se les daba ajenjo para anestesiarlos, ante el dolor de las heridas, o para bajar la fiebre. Cuando éstos volvieron a su país, trajeron la costumbre (y adicción) de beber ajenjo y se hizo popular. Los bares comenzaron a ofrecerla después de las 5 de la tarde. Las 5 no sólo era la hora del té inglés, sino también “la hora verde”.

Era muy barato y cualquiera podía acceder a ella. Un obrero podía darse ese lujo a la salida de su trabajo, un momento de “ocio”, de hacer algo distinto y de socializar con otros en el bar. Algunos artistas, como Van Gogh, no tenían para comer, pero sí les alcanzaba para una copa de ajenjo. Así fue como se la asoció a la bohemia de París. Y los que viajaban a Francia, desde otras partes del mundo, llevaron a sus países esta costumbre, como el símbolo máximo de la elegancia.


Munch, Los bebedores de absenta,
1890, (pastel)

El problema no era sólo la alta graduación alcohólica, sino que. para que mantener el color verde, le mezclaban colorantes tóxicos, tales como sulfato de cobre, nitratos y no sé qué más (lo mío no es la Química, perdón). Además, el alcohol que utilizaban tampoco era de buena calidad. La mezcla de todos estos componentes, además de la tremenda borrachera, provocaba alucinaciones, ceguera, espasmos… y, por supuesto, muertes por sobredosis.

Christol, El alcohol es tu
enemigo, sg.XIX, cartel

Como era de esperar,
hubo una corriente por parte de médicos y gran parte de la sociedad que se puso en contra de su consumo (Zola, entre ellos), hasta que finalmente, a comienzos del sg. XX, fue prohibida y se convirtió en una bebida clandestina.


Manet, El bebedor de
absenta, 1859
Actualmente se ha levantado la prohibición en algunos países (¡por eso nuestra sorpresa en Alemania!), pero su fabricación tiene una reglamentación muy estricta: se prohíbe la inclusión de colorantes tóxicos y la graduación alcohólica se limita, en general, a 45º.









Tanto Toulouse-Lautrec como van Gogh eran alcohólicos. Toulouse-Lautrec, en su estado terminal, llegó a tener delirium tremens. Mira el retrato que hizo de van Gogh, con su copa de absenta. Cómplices y compañeros de infortunio.

Toulouse-Lautrec, Retrato de Van
Gogh, 1837 (pastel)


En fin, los impresionistas, así como mostraban la realidad, lo que veían, también representaron a los bebedores de ajenjo. Después de todo, no costaba nada pedirles a estas personas que posaran para ellos, seguramente, sin pedir nada a cambio (o quizás, por una copa más).

Raffaëli, Los bebedores de absenta,
1880


Van Gogh, Mesa en el 
café con absenta, 1888

Siempre se cree que este tipo de cosas estimula la creación artística
. Para nada. Van Gogh lo sabía muy bien: para pintar hay que estar con la cabeza bien lúcida. Estas sustancias no sirven para nada, salvo para mandarte a una vida de infierno.





Fuentes: Backer, Ph. The Book of Absinthe: a cultural history.  

New York, Grove Press, 2003

López Mato, O. Males de artistas. Bs.As., Gamacolor, 2011

 

 

 

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