(Imagen: Wikipedia) |
Si alguna vez has estado en Zaragoza, seguro que has entrado a la Basílica
del Pilar. Y si te ha tocado por estas fechas, en las que se celebra el día de
la aparición de la Virgen, habrás visto cómo se engalana la ciudad y cómo miles
de personas se acercan a depositar su ofrenda de flores a la Virgen. La verdad,
es la mejor época para visitar esta ciudad.
(Imagen: C.del Rosso) |
La basílica actual comenzó a construirse en 1681, con estilo barroco. Se le
agregaron las torres entre los siglos XVIII y el XX, dándole así la silueta que
la caracteriza hasta el día de hoy.
El Pilar en 1912 (Imagen: Wikipedia)
Goya era un aragonés de buena ley, que quería y extrañaba a su tierra. Se
fue a estudiar a Italia y en 1771 volvió a Zaragoza. No le faltaron encargos,
pero necesitaba uno grande como para imponerse como el artista que era. En 1772
le llegó por parte de su cuñado, Francisco Bayeu. Parece ser que no se llevaban
nada bien (envidia, rivalidades, quién sabe), pero, quizás un poco por
reconocimiento del talento de Goya o por querer ayudar indirectamente a su
hermana, Bayeu lo recomienda para ejecutar los frescos de la Basílica. Bayeu
había trabajado ya en varias bóvedas y capillas.
Bayeu, reina de los Apóstoles, 1780 |
A Goya se le encargó el fresco de la bóveda del Coreto, frente a la capilla
de la Virgen. Allí se encuentra el órgano, aunque esta vez tendrás que mirar más
arriba. El tema: la Adoración del Santo Nombre de Dios. Tema complicado de
representar, y más, pensando en que el espacio que tuvo asignado mide 7 x 15 m.
Goya despliega todo su talento en este fresco y aplica todo lo que había
aprendido en Italia. No cobró mucho: le pagaron un poco más de la mitad de lo
que les correspondió a sus colegas. Digamos que porque era un artista joven,
que estaba comenzando su carrera. La Junta le pidió unos bocetos antes de
contratarlo; algunos se conservan y muestran que lo pensó con masas de colores
vivos, que lamentablemente hoy ya no se aprecian. Finalmente, la Junta debía
enviar estos bocetos a la Real Academia de San Fernando de Madrid para su
aprobación, pero, al ver que el joven artista sabía pintar al fresco, obviaron
este trámite y le pidieron que comience lo más rápido posible. Goya terminó su
trabajo en 6 meses.
Goya, Adoración del Nombre de Dios, 1772
Allá arriba verás ángeles que se arremolinan entre las nubes, rodeando un
triángulo, símbolo de la Trinidad, en el que está inscrito el Nombre de Dios en
hebreo. Se destaca a la derecha la figura enorme de un ángel con el incensario.
Un detalle curioso: en los bombardeos de la Guerra Civil, una bomba cayó
por el techo de la Basílica y dañó uno de los bordes de esta obra.
Goya, Adoración del Nombre de Dios (Imagen: Wikipedia)
En 1780 la Junta del Cabildo de la Basílica volvió a llamar a Bayeu. Había
que completar los frescos de las bóvedas que faltaban (las “medias naranjas”,
como las llamaba Goya); el tema propuesto eran las letanías de la Virgen. Bayeu
propuso llevar a Goya y a su hermano Ramón, quien en ese momento no estaba bien
de salud (todo en familia, como corresponde). Parece ser que nuestro pintor
aceptó de buen grado por lo que le dice a su amigo Martín Zapater:
“(…) en cuanto al asunto de las medias naranjas, te digo que lo he dejado
en poder de Francisco y me avengo a lo que él haga…. (…) sólo te digo que
tendré el mayor gusto que se verifique el hacer de esas obras.” (Madrid, 10 de
mayo, 1780)
Goya, Reina de los mártires, 1781
A Goya le tocó la letanía “Reina de los mártires” (Regina Martyrum).
La superficie a cubrir tiene unos generosos 212 m de diámetro, con el
agujero de la linterna en el centro. En 1780 presentó los bocetos
correspondientes y se los aceptaron. La paga esta vez tampoco fue importante.
Pinta a la Virgen rodeada de santos, con vivos colores. Podemos ver a San
Lorenzo, a San Bartolomé, San Esteban, Santa Bárbara y Santa Catalina, San
Sebastián, Santa Engracia, San Jorge…
Goya ya no era el mismo: ahora pintaba de manera más rápida, sin detalles,
con brochazos sin definiciones. Bayeu se enojó con él: parecía como que estaba
trabajando sin ganas. Total, desde abajo no se ven estas imprecisiones: la
bóveda está a 50 m del suelo. Goya se estaba enfrentando a lo que más adelante
tendrían que sufrir los impresionistas: de lejos se percibe todo como una
unidad. Bayeu pidió que lo liberen de la supervisión del trabajo de su cuñado y
le asignaron esta función al canónigo Allué.
Goya, Alegoría de la Caridad, 1781
(Imagen: Wikipedia)
En 1781, como ya estaba terminando la bóveda, le encargaron las 4 pechinas
correspondientes. (Las pechinas son los triángulos curvos que quedan entre los
anillos de la bóveda y los arcos que la sostienen.) El tema serían la Fe, la
Paciencia, la Caridad y la Fortaleza. El 17 de mayo de ese año le cuenta a su
amigo:
“(..) Me he alegrado en el alma (como puedes considerar) haya gustado la
carta de Francisco y mucho más si se verifica lo que tú dices; y te debo decir
que han añadido las pechinas que éstas pensaba Francisco que Salas (sic) las
había hecho de estuco, y no se había hablado de ellas y son cuatro en cada
cúpula (…)”
Goya, Alegoría de la Fe, 1781 (Imagen: Wikipedia)
Los bocetos de ellas no gustaron y le pidieron a Bayeu (de nuevo) que
controlara a su cuñado. Después de todo, lo había traído él, ¿no?
(Mientras tanto, su señora está embarazada y su 5to hijo, Francisco, nace
en agosto. No llegó al año de vida.)
Goya, Alegoría de la Fortaleza, 1781 (Imagen: Wikipedia)
Goya no era de quedarse de brazos cruzados y presentó una queja formal. Que
se lo estaba desacreditando, con el consiguiente daño de su reputación; que lo
que pretendían era que él fuera un mero ejecutor de las órdenes de Bayeu…
Cartas van, cartas vienen. Finalmente, Goya se somete de mala gana a las
órdenes de su cuñado, tragándose su orgullo. Hizo nuevos bocetos de las
pechinas y se los aceptaron. Completó su trabajo rápidamente. Sin embargo, a
pesar de que le habían prometido otra bóveda más, visto cómo era el personaje y
los problemas que traía, determinaron que no iban a encargarle nada más para
esta iglesia. Cobró y se fue a Madrid.
Goya, Alegoría de la Paciencia, 1781
(Imagen: Wikipedia)
El 4 de julio de 1781 le escribe a su amigo:
“(…) No me recuerdes a esos sujetos que tantos disgustos me han causado,
que aunque me ha dado mucha risa tu aprensión no quiero acordarme….(..)”
Así fue cómo Goya hizo su parte de la decoración de la Basílica del Pilar.
¿Incomprendido? ¿Indómito? ¿Consciente de su valía?
Los frescos siguen allí. Quien va a la Basílica busca los Goya y mira hacia
arriba.
Fuentes: Goya, Cartas
a Martín Zapater. Madrid, Istmo, 2003
(español actualizado por C.del Rosso)
Hughes, R. Goya.
New York, Knopf, 2006
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