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jueves, 28 de mayo de 2020

Engañó a todos los museos




Van Dyck, Cristo coronado de espinas, 1620/ Hebborn, "Van Dyck, Dibujo preparatorio" (Imagen: British Museum y The Guardian)

Probablemente Eric Hebborn (1934-1996) sea el más prolífico y talentoso de todos los falsificadores de arte. Tenía una capacidad impresionante para ponerse en la piel de cualquiera de los llamados “Maestros Antiguos” y lograr una copia verosímil, tanto, que engatusó a los expertos de Christie’s, Sotheby’s, Colnaghi, el British Museum, el Metropolitan, etc. etc.

Eric Hebborn (Imagen: The Guardian)
Escribió varios libros, entre ellos, su biografía, donde cuenta detalladamente su actividad como copista (nunca admitió ser un falsificador). También (créase o no), un manual para falsificadores con recetas y secretos para el que se quiera iniciar en esta actividad. Otro libro bastante significativo es su gramática del dibujo (The Language of the Line), en el que intenta revalorizarlo como disciplina. Lo estaba terminando de escribir cuando murió en extrañas circunstancias: una noche lluviosa en Roma, alguien en la calle lo golpeó en la nuca con un objeto contundente. Falleció a los pocos días en el hospital. Nunca se supo exactamente qué pasó ni quién fue.

Tuvo una infancia muy difícil, viviendo en internados o con familias de acogida. De muy joven se interesó por las antigüedades. Estudió Arte: fue un alumno brillante, con varios premios en su curriculum. Trabajó como profesor en algunas escuelas, pero el dinero escaseaba. Consiguió trabajo en un taller de restauración: allí conoció de primera mano lo que los expertos buscan cuando necesitan autenticar una obra de arte (parece ser que éste es un recorrido común entre todos los falsificadores…). Su jefe tenía un negocio paralelo: un día apareció un cliente con un lienzo holandés del sg. XVII en blanco y le pidieron que hiciera un “Vandevelde”, aprovechándose de su capacidad para interpretar a otros artistas. Su jefe se encargaría de envejecerlo y todo lo demás. A Hebborn esto no le pareció muy honesto, pero lo hizo. Su jefe, al ver el resultado, le ofreció que se asociara con él. Pero… su anhelo era ganar la beca para ir a estudiar a Roma y ya había postulado.

Gainsborough, El muchacho azul, 1770
Así se dio cuenta de que podía usar esa habilidad para sí mismo y, cada vez que sus finanzas hacían agua, pintaba un cuadro "al estilo de…" y lo vendía. No lo firmaba; lo hacía tasar. El experto en cuestión le adjudicaba una autoría: éste es un “Johns”, un “Sickert”… y él no lo desmentía. Si el experto lo dice… Su especialidad era el dibujo: son más fáciles de colocar en el mercado; generalmente, los grandes artistas hacían bocetos y no los firmaban: sólo bastaba con conseguir el papel y materiales correspondientes a la época del autor y añejarlo un poco. Llevó 2 dibujos al British Museum, alegando no saber quién era el autor, como control de calidad de su trabajo: los había hecho a la manera de Lely, pero el experto consideró que eran 2 Gainsborough. Entonces, ya que estamos, se puso a estudiar la línea y estilo de Gainsborough; envía otro dibujo a otro experto, quien lo certifica como un estudio para el Muchacho azul: su dibujo termina en Sotheby’s en 1963.



Finalmente se le adjudicó la beca. Como nunca había salido de Londres, decidió recorrer Europa a pie. Partió desde Calais, enfiló hacia Alemania, Bélgica, Holanda… hasta cruzar los Alpes y llegar a la Academia de Roma. Allí conoció a Anthony Blunt, un especialista en Poussin, curador de la Colección Real de Inglaterra y director del Courtauld Institute (y de quien más tarde se supo que era un espía ruso). Fueron muy amigos durante toda la vida; de él aprendió cómo piensa un crítico al evaluar una obra. En Roma trabajó duro, pero sus obras no tenían éxito. Tenía algunos encargos de retratos, pero no llegaba a fin de mes. Cuando se le terminó la beca, tuvo que volver a Londres: lo habían llamado para un puesto de profesor de arte. Pero la experiencia docente no le gustó y la nostalgia por Roma fue más fuerte. Decidió mudarse a Italia.


Hebborn, Dibujo al estilo de Rommey (Imagen: Daily Mail)

En Roma funda en 1963, junto con su pareja, Pannini Galleries, una galería especializada en dibujos y grabados antiguos. Y, como te imaginarás, era la pantalla perfecta para comercializar sus propias copias sin despertar sospechas. La galería consigue hacerse un hueco en el mercado de antigüedades de Roma. Su catálogo contenía obras de 20 autores importantes, entre ellas, un Whistler (que era una copia de él: el original lo destruyó). Tenía su propio código de actuación: jamás trabajar con amateurs.

Corot, Henri Leroy, sg. XIX (Fogg Art Museum)
Su siguiente desafío fue engañar a un experto de 1ra línea. Antes de buscar a su víctima perfecta, primero hizo una prueba: dibuja un niño inspirado en Corot. Lo enmarca, siempre sin firma, y lo lleva a Colnaghi, de Londres; les dice que piensa que es un Degas. “No, no: es un Corot”, le contestan. Pero resulta que el mercado está infestado de falsificaciones de este artista y es muy complicado colocar este tipo de dibujos. Sin embargo, se lo compraron y lo revendieron a alguien de USA.











Círculo de Brueghel el v., Los templos de
Venus y Diana, 1594 (1964)
(Imagen: Metropolitan Museum) 
Su vida transcurre entre Italia y el Reino Unido. Si sus pinturas no tenían éxito, sus esculturas en bronce por encargo eran muy requeridas. La galería funcionaba muy bien, pero la tentación de probarse a sí mismo y el desafío de poner en jaque a los supuestos expertos  podían más. Le ofrece a Colnaghi, de nuevo, un “Brueghel”, Los templos de Venus y Diana, que termina en el Metropolitan. Y así, con otros tantos maestros antiguos.

Un “Francisco del Cossa” terminó en Sotheby’s y fue a parar a la Pierpont Morgan Library. No había puesto mucho empeño en este dibujo: para él había sido como un ejercicio para no perder la mano. El papel era antiguo, pero la tinta, a pesar de que la fabricaba él con las recetas de la época, no daba cuenta del paso del tiempo: lavó el papel y raspó con una cuchilla de afeitar los bordes. Nadie se dio cuenta: estuvo expuesto durante 13 años sin que nadie dijera nada.




Y llegó la oportunidad de probar a un experto. Blunt era especialista en Poussin. Tenía que encontrar algo que lo pusiera a prueba, sin que fuese demasiado evidente. Dibujó un casco, inspirándose en Poussin, pero con la técnica de Ghisi. Blunt dijo que no era de Poussin; no aventuró un autor, pero sí que era antiguo. Se lo muestra a Hans Calmann, y éste, que rivalizaba con Blunt, al enterarse de su veredicto, dijo, con toda seguridad, que era un Poussin. En Christie’s se lo rechazaron, pero en Colnaghi se lo aceptaron.

Ghisi, Troyanos rechazando a los griegos, 1538 (Hermitage Museum)


La siguiente víctima fue Christopher Wright: le presenta unos dibujos y éste los identifica como de “Sperandio”. Estaba hecho en el mismo papel que el “Cossa” de la Pierpont Morgan Library: hubiera sido una gran casualidad que los 2 dibujos estuvieran juntos y que alguien pudiera notar ese detalle. Pues sí: Wright lo vendió a la National Gallery de Washington. En 1976, el curador de este museo, un austríaco llamado Oberhuver, tuvo ante sus ojos los 2 dibujos, mismo papel, autores con siglos de diferencia. Reconoce la mano de un mismo artista y descubre que los 2 han sido lavados para envejecerlos. Avisa a la Pierpont Morgan, y, después de 13 años, descubren que su dibujo no es original. Ambas instituciones habían comprado las obras en Colnaghi, y, oh, cosas del destino, éstas habían sido ofrecidas por Hebborn.

La casa de subasta dudó mucho en hacer público el hecho. Finalmente, dieron un comunicado en la prensa en 1978 y devolvieron el dinero a sus clientes. No podían admitir el error: eran ventas de hacía 10 años. Tampoco queda muy claro si realmente hicieron la vista gorda para no dejar pasar el negocio. ¿Eran cómplices y quedaron en evidencia? Como dice Hebborn, al dealer lo único que le interesa es el dinero, no el arte.

Hebborn mostrando su técnica (Imagen: The Guardian)

El nunca se declaró culpable ni recibió sanciones. Copiar obras de otros artistas es algo que se hace desde tiempos inmemoriales. Él no las firmó nunca, ni tampoco afirmaba la autoría supuesta de sus copias. Siempre sometió sus obras al veredicto de los expertos. Puso en jaque la credibilidad de todos ellos. Se le reprochaba que, bueno, ganó dinero con eso. Y él contestaba que no pensaba regalar su trabajo.

Hebborn, según Piranesi (Imagen:
The Guardian)
En fin, la historia de Hebborn y sus engaños da bastante que pensar. Él mismo en su biografía se defiende: copiar un cuadro es como interpretar una partitura, no he cometido ningún delito. No hay fakes, sólo la atribución es falsa. Pero engañó a todos y cobró por eso.  Claro, pero si hubiese firmado “copia a la manera de… por Hebborn”, el precio hubiese sido mucho menor, ¿no? Puso en evidencia la poca formación de los críticos: ninguno ejerce alguna disciplina artística. Las atribuciones se hacen a ojo, de manera subjetiva, por comparación con obras similares; después vienen los estudios químicos, de los materiales. Es poner el dedo en la llaga: es rarísimo encontrar a un crítico que alguna vez haya experimentado el arte desde dentro.



Hebborn, Retrato a la manera de Rembrandt y
Rincón de cocina, 1957 (Imagen: alchetron)
Se calcula que hay más de 1000 obras en museos que son obra de sus manos. Hasta ahora se han descubierto 25. Es un gran papelón para los museos: él sometía a sus obras al escrutinio de más de 3 expertos. En fin, es la historia de un artista con un talento increíble que pateó el tablero del sistema comercial de las casas de subastas y galerías. Pero, la consecuencia de esto es que así reescribió la Historia de la Pintura: cada una de sus obras son un inciso que ponen en duda la verosimilitud de toda la historia. (Si es que lo descubres…)











No te pude contar todos los detalles de su vida. Te recomiendo que leas, si puedes, su biografía. Si te interesa oír de primera mano lo que decía este personaje, hay disponibles varios videos en internet.

Como suele ocurrir en estos casos, no hay disponibles imágenes de sus falsificaciones. Las que te presento son originales de los autores mencionados (se supone) o bien, "copias al estilo de" con su firma.


Fuentes: Charney, N. The art of forgery. London, Phaidon, 2015
Hebborn, Drawn to trouble. New York, Random House, 1991



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