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jueves, 2 de marzo de 2017

Universo Miró


J.Miró, Cabeza, pájaro, 1976, Óleo sobre tela,
65 x 54 cm, Colección Particular en depósito
temporal, © Successió Miró 2016
Se estableció sin hacer mucho ruido y trayéndonos todo su universo a cuestas. Me dio esa impresión cuando lo vi.
Miró, al fin en Madrid. 

Había que ir a verlo a Barcelona: después de todo es parte ineludible de esa ciudad tan bonita. Pero en Madrid había muy poco, casi nada. Hasta ahora.












A.Calder,  Retrato de Joan Miró,
c.1930, 29 x 27 cm, Colección particular
en depósito temporal, © Calder Foundation,
New York/represented by
Visual Entidad de gestión de Artistas Plásticos 
(V.E.G.A.P.), Madrid, Spain, 2016
La Fundación Mapfre, en su Sala Recoletos, le ha asignado un lugar para que habite allí, en el “Espacio Miró”. Bien puesto el nombre: es sumergirse en su mundo de colores puros, de negros vibrantes y símbolos y olvidarse de lo que pasa ahí afuera.










J. Miró, El canto del pájaro al rocío de la luna, 1955
óleo sobre cartón, 27 x 37 cm, Colección Particular
en depósito temporal, © Successió Miró 2016

Son dos secciones con 70 obras de la última etapa del artista, en la que retoma temas y los reinterpreta. Algunas son de su amigo Alexander Calder: así, puestas juntas, se puede ver perfectamente en ellas la conexión de las líneas y figuras de Miró con las estructuras móviles de Calder. ¡Interesantísimo el retrato que le hizo a Miró con alambre! Me gustó ver esos juegos tridimensionales, balanceándose en el aire. Es como si los cuadros echaran a volar.



J.Miró, Mujer española, 1972, Óleo y acrílico sobre
tela, 162 x 130 cm, Colección Particular en depósito
temporal, © Successió Miró 2016

Son cuadros que hay que mirar despacio. Parecen estar hechos en un rato, pero no, hay un trabajo de composición bien meditado. Se puede seguir el movimiento de su mano, el gesto (“pintura gestual”, la llaman los críticos de arte). Casi como en la caligrafía china, o como en un grafiti, las líneas negras dibujan o delimitan formas de manera decidida. ¿O tendrá que ver con la pintura de las cavernas?











J. Miró, Personaje, 1977, Óleo sobre tela, 92 x 73 cm
Colección Particular en depósito temporal,
© Successió Miró 2016

Sus personnages te escudriñan desde que entras a la sala. Mirada inquisidora: dan miedo esos ojos de bichos, pero enseguida te sacan una sonrisa. Te conecta con ese mundo de inocencia e ingenuidad de la infancia. “Naif” sin ser “naif”.

Hay pájaros con colas multicolores que miran a una luna verde. Hay ojos de pájaros que aparecen en la inmensidad del negro. Hay mujeres que son pájaros.









J.Miró, Pájaros en un paisaje, 1969-1974, Óleo y
acrílico sobre tela, 216 x 174 cm, Colección
Particular en depósito temporal,
 © Successió Miró 2016
El negro lo invade todo. Es curioso: no es siniestro. Revaloriza los colores y vibra con ellos. Los colores son puros, primarios; saltan de un cuadro al otro en forma de pájaros, estrellas, puntos o manchas. El azul, azul turquesa, es un mar o cielo en el que navegan líneas, puntos, formas.
















J. Miró, Tres bolas, 1972, Óleo sobre tela, 54 x 81 cm,
Colección Particular en depósito temporal,
© Successió Miró 2016
La pincelada es transparente o cubriente, el color chorrea, el lienzo es rasgado. Los puntos, las formas, las líneas se entrelazan en un juego de tensiones en el que cada uno está donde debe estar y no puede estar en otro lugar. El lienzo aparece bien blanco, sin pintar, o puede ser una arpillera bien tosca y marrón.


J.Miró, Personaje en un paisaje cerca del pueblo, 1965,
Óleo sobre cuadro estilo “pompier”, 81 x 140 cm, Colección
Particular en depósito temporal, © Successió Miró 2016
Ay, divertido el cuadro intervenido. Lo compró en un mercado y lo pintó encima (como hacía Jorn). ¿Sabrá aquel desconocido pintor qué le han hecho a su cuadro, ése al que le dedicó tantas horas para lograr ese paisaje realista? ¿Cómo se lo tomaría? Cosas del destino: la mano de Miró lo hizo saltar del mercado a la sala de exposiciones.



Bueno, me perdí entre esas formas, me sumergí en el negro. Me olvidé de que pasaba la hora y de que estaban por cerrar. Me dio lástima irme.

Pero no importa, porque los cuadros no se van. Están en depósito permanente y podemos ir a verlos cuanto queramos. Si puedes, si te toca pasar por Madrid, date una vuelta por la Fundación Mapfre. Y si no, espero que este artículo te haya llevado a pasear por el universo de Miró.

J. Miró, Pintura (Para David Fernández Miró), 1965, Óleo sobre tela, 40  x 240 cm, Colección Particular en depósito
temporal, © Successió Miró 2016

Un agradecimiento especial a la Fundación Mapfre por la cesión de las imágenes y su amable colaboración.


Fuentes: Fundación Mapfre, Espacio Miró. Madrid, Fundación Mapfre, 2016







Puedes leer también este artículo en lacasaartica.com







2 comentarios :

  1. Excelente post, como nos tienes acostumbrados. Gracias por compartir tu visita. Ahora bien, Por qué si un genio como Miró, dejó partes del lienzo sin pintar, los profesores de pintura te exigen que no dejes sin intervenir ni un centímetro del plano?

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    1. Cristina del Rosso2 de marzo de 2017, 15:41

      Buena pregunta (y difícil de contestar!. Los profesores exigimos que los alumnos cubran todo el lienzo por una razón muy sencilla: cuando uno está aprendiendo a pintar, no tiene conciencia de cuánto influyen en uno mismo la interacción de los colores entre sí. Un espacio en blanco, purísimo, en medio de tu cuadro, hace que tus colores se vean opacados, y, si insistes, todas las mezclas que hagas estarán dominadas por esa partecita en blanco tan pura. El blanco comenzará a dominarte! Si te fijas, Miró contrapone al blanco puro del lienzo colores primarios, tan vibrantes como ese blanco, y con el negro, el gran opuesto del blanco. Sólo así se logra que el blanco no lo domine todo. Muchos otros artistas utilizan este recurso, aunque no todos con la misma maestría que él. (Dentro de muy poco hablaremos sobre la interacción de los colores, tendrás que esperar...)
      Hasta pronto, y me alegro que este artículo te haya gustado.

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