La amistad entre Matisse y Picasso
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Matisse, Cesto con naranjas, 1912 |
Los dos han cambiado la historia
de la Pintura, cada uno a su manera. Dos personalidades muy diferentes, pero a
la vez muy semejantes.
Se conocieron en 1905 en la casa
de los Stein. Por ese tiempo, Matisse ya tenía una familia y ya había sacudido
el ambiente artístico parisino en el Salón de Otoño con sus colores
estridentes. Picasso vivía una vida bohemia y pobre, se estaba abriendo paso en
París con sus cuadros de arlequines y
saltimbanquis y todavía no había llegado al cubismo. Matisse era 12 años mayor.
Era una relación de amistad en la
que se mezclaba el afecto, la envidia, la formalidad y el respeto, la
admiración, el recelo y la competitividad.
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Matisse, La raya verde, 1905 |
Cada uno había buscado caminos
distintos en el arte. Matisse buscaba potenciar el color a través de relaciones
armónicas; Picasso buscaba revitalizar el volumen en la trampa de la
bidimensionalidad del lienzo. Si Matisse ponía una raya verde dividiendo el
rostro de su esposa, Picasso hacía explotar el contorno de la figura de
Kahnweiler o Vollard. Picasso decía que los colores de Matisse eran
inquietantes; Matisse admiraba de
Picasso su radicalidad y su gran imaginación.
Matisse era el hombre del orden,
de la reflexión, de la superación constante de sí mismo, el que quería
encontrar la coherencia interna del Universo. Picasso, en cambio, rompía ese
orden; era apasionado, enérgico y desechaba todo lo innecesario.
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Matisse, Autorretrato con
camiseta a rayas, 1906 |
Los unía su gusto por las palomas
y por el arte primitivo. De hecho, fue Matisse el que le mostró una cabeza
africana, que fue el punto de partida para las figuras de “Las señoritas de
Aviñón” y el cubismo. Compartían su admiración por Cézanne, Manet (y su uso del
negro), Delacroix, Van Gogh e Ingres. Compartían coleccionistas, marchantes y
amigos: razón demás para evitar rivalidades. Se intercambiaban cuadros como
muestra de afecto, pero también para poder descubrir los trucos del otro.
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Picasso, Autorretrato, 1907 |
No combatieron en las 2 Guerras,
pero lucharon desde el lienzo a su manera. Picasso, en París; Matisse, en el
sur de Francia. Durante ese período apenas si tenían noticias uno del otro: era
la Francia ocupada, el fovismo y el cubismo no eran del agrado de los nazis. En
1941 Matisse fue operado dos veces por un cáncer de intestino, quedó muy
debilitado y decidió quedarse en el sur. Picasso iba a visitarlo a menudo: ver
a su amigo lo ponía de buen humor. Para él la amistad era algo exclusivo y no
quería ofenderlo por nada. Matisse lo recibía en su cama, como un patriarca, y
le mostraba sus últimas creaciones. Si Picasso no sabía nada de su amigo, se
preguntaba: “¿Qué estará haciendo ahora mismo Matisse?”, como midiéndose con un
rival al que hay que respetar o un otro yo.
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Picasso, Retrato de
Vollard, 1910 |
No quería dañar por nada del
mundo esa relación, pero, sin embargo, hubo más de alguna ocasión en el que su
fuerte temperamento le jugó una mala pasada. Se cuenta que una vez Picasso,
comiendo en un restaurante, encontró un pelo en una sopa y comentó con sorna
que se parecía a un dibujo de Matisse. Aparentemente, esto llegó a oídos de su
amigo y, como revancha, le quiso regalar una máscara ritual de las Nuevas
Hébridas (hoy: Vanuatu). A Picasso le pareció espantoso y una afrenta contra
sus gustos artísticos, pero no podía rechazar el regalo: eso hubiera dañado a
su amistad. Puso la excusa de que no cabía en el coche, que se lo llevaría la
próxima vez. Trató de que esto pasara al olvido, pero Matisse, cada vez que se
veían, le insistía una y otra vez. Ésa fue la revancha elegante de Matisse.
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Picasso, Saltimbanquis, 1905 |
Picasso llegó a decir que si uno
de los dos moría, el otro no podría hablar más con nadie de determinadas cosas.
Matisse murió en 1954 con 85 años; Picasso le sobrevivió 19 años más: murió en
1973, con 92 años.
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Picasso, Paisaje invernal, 1950 |
Para él la muerte de su amigo fue como una traición, se
quedó solo, sin poder conversar de color, forma, proporciones… Los dos fueron
buscadores incansables: pintaron hasta el último día de sus vidas.
Y a propósito: tres años después
de la muerte de Matisse, Picasso se llevó finalmente el ídolo a su casa.
Fuentes: Gilot, F. Matisse und
Picasso. München, Knaur, 1995;
Matisse, H. Escritos y
consideraciones sobre el arte. Barcelona, Paidós, 2010
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