Rusiñol, Café de Montmartre, 1890 |
El marrón no aparece en el espectro de la luz: es sólo luz naranja
debilitada, en la misma longitud de onda, pero con menos intensidad. Como
pigmento es un color terciario, es decir, la mezcla de 2 colores primarios
(amarillo y rojo) más otro, el negro. Por eso no aparece en los círculos
cromáticos convencionales. Es uno de los primeros colores que usó el hombre: en
las cuevas, logrado con maderas quemadas o tierras.
Meléndez, Bodegón con servicio de chocolate, 1770 |
Nos rodea en la naturaleza, en los troncos de los árboles, en el
follaje del otoño, en las rocas... Por eso se lo asocia al arraigo a la tierra,
a la comodidad, a la seguridad. En decoración tiene que ver con lo rústico y lo
acogedor. Lo tenemos muy presente en nuestros platos: en el chocolate, en el
café, en las carnes asadas, el té, las nueces. Los alimentos marrones nos dan
la sensación de un sabor más potente, nos parecen más calóricas. Si quieres que
tus comidas parezcan más intensas, más sabrosas, ¡sírvelas en vajilla marrón!
Representa lo sencillo, lo humilde. En la Edad Media era propio de los
pobres, de los mendigos, servidores, simplemente porque no podían teñir las
telas que vestían; es el resultado de los restos de lana o lino sin blanquear.
Lo llevan en sus hábitos las órdenes religiosas que buscan llegar a Dios a
través de la pobreza. En la antigua Roma, los pullati, (“los que llevan ropa sucia u oscura”, en latín) eran los
bárbaros, los pobres, o sea, los que no podían pagarse el teñido de telas en
colores brillantes.
Van Gogh, Campesina con cofia marrón, 1885 |
Sin embargo, hoy es un color que no se pone de moda, simplemente porque
se usa siempre: es muy fácil de combinar con todos los demás colores. Una
persona que lo lleva da impresión de sociabilidad, de amabilidad, pero también
con él se pierde originalidad o individualidad, pues apaga a los colores con
los cuales se combina. No veremos nunca a una reina o a una celebrity vestida
de marrón: no está vinculado con la elegancia, sino a lo de todos los días. Lo
mismo vale para los trajes o zapatos masculinos.
Otro de sus aspectos negativos tiene que ver con la comodidad: se asocia
a la pereza, a la falta de inteligencia, a lo convencional o a lo conservador.
Y porque el perezoso no se ocupa de los demás de ahí, también el marrón alude
al egoísmo. Y si seguimos en la línea de sus aspectos negativos, tiene que ver
con los excrementos y la mugre: o sea, con lo feo y lo antipático. En él
desaparecen todas las pasiones, toda la energía y vitalidad.
El bronceado fue signo de pobreza durante muchos siglos, pues el
campesino era el que trabajaba al rayo del sol. Las damas elegantes se cubrían
para mantener su piel blanca. Pero después de la 2da Guerra Mundial esto
cambió: si alguien aparecía bronceado era que había estado de vacaciones en el
Sur de Europa, alguien que se las podía pagar, y se convirtió en símbolo de
estatus. Y más adelante, en signo de salud.
Después de haber leído esto, entenderás por qué nunca se debe ir a una
entrevista de trabajo vestido de marrón.
Tapiès, Gran cruz marrón, 1982 |
Welsch, N.-Liebmann, C.Chr. Farben. München, Elsevier V., 2004;
Heller, E. Wie Farben
auf Gefühl und Verstand wirken. München, Droemer V., 2000;
notas personales
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