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Miguel Ángel, La creación de Adán, Capilla Sixtina, 1510, fresco |
550° aniversario de
Miguel Ángel Buonarroti
El 6 de marzo un gigante cumplió
550 años. Madre mía.
Nadie puede negar lo decisivo que
fue Miguel Ángel en la Historia de la Pintura, no, mejor dicho: en la Historia
del Arte, porque fue pintor, escultor, arquitecto, poeta…
¿Qué más te puedo contar sobre
él? Ya te lo traje varias veces (te dejo los enlaces debajo, por si los quieres
releer).
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Miguel Ángel, Bóveda de la Capilla Sixtina, 1508-1512, fresco |
Revisando las Vidas de
Vasari (creo que no necesito ya decirte quién es, ¿o sí?) recordé varias
anécdotas que lo pintan de cuerpo entero. Miguel Ángel es el único artista citado
en el libro de Vasari que no había muerto todavía.
“Y que nadie se extrañe de que yo
haya relatado aquí la vida de Miguel Ángel estando él aún vivo, porque, como no
se espera que deba morir ya nunca, me ha parecido conveniente hacerle este
escaso honor…”
Era 1550 y el artista tenía ya 74
años y una larga y consolidada trayectoria. Ya había pintado la Capilla
Sixtina, estaba dirigiendo los trabajos de la Basílica de San Pedro, pintando
los frescos de la Capilla Paulina y tratando de terminar la tumba de Julio II.
Nada más ni nada menos. ¿Cómo hacía para abarcar tantos proyectos juntos?
Se habla siempre de su carácter iracundo, terribilis. Así era. Lo puedes ver en sus cartas. Nadie estaba por encima de él, ni siquiera el Papa. El único que se atrevía a desafiarlo.
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Capilla Sixtina |
¿Te cuento algunas anécdotas
sobre él?
Su padre, al ver la destreza para
el dibujo del pequeño Michelangelo, decidió pedirle a su amigo Domenico
Ghirlandaio que tome como aprendiz a su hijo. Firmaron un contrato por 3 años,
como se solía hacer. Un día el chico se puso a retratar a algunos de sus
compañeros del taller y, cuando el maestro vio los dibujos, dijo:
“Éste sabe más que yo.”
Mientras tanto, Lorenzo el
Magnífico quiso formar una escuela de escultores, porque, según él, no había
ninguno de calidad. Le pidió a Ghirlandaio que le mande algunos jóvenes para su
escuela y éste envió a Miguel Ángel y a Granaccio. Enseguida demostró su
talento. Torrigiano, uno de los escultores aprendices, se hizo amigo de él,
pero, en cuanto vio cómo lo sobrepasaba con sus creaciones, en un ataque de ira
le rompió la nariz con un golpe. Ah, la envidia…
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Miguel Ángel, Tondo Doni, 1504, óleo y temple sobre tabla |
El pago del Tondo Doni: Agnolo Doni le había encargado esta obra (lo vimos por aquí). Cuando Miguel Ángel la terminó, se la envió a Agnolo con un mensajero y con una factura de 70 ducados. Al cliente le pareció mucho dinero, aunque creía que la pintura valía mucho más, y le dio al mensajero 60 ducados. Miguel Ángel se los devolvió y le dijo que o 100 ducados o que le devuelva la pintura. Agnolo le manda los 70 que pidió al comienzo. Pero el pintor no se conformó y pidió el doble, ¡así que el cliente tuvo que pagar 140!
Esto te muestra su capacidad para
negociar y sus exigencias con respecto a pagos y deudas. Sabía perfectamente
que sus obras eran únicas. Cuentan que era muy avaro; los parientes se quejaban
porque no les pasaba plata… En fin, cuando lees un poco más, encuentras
razonable su actitud: vivían a costa de él. Vasari dice que siempre ayudó a sus
familiares, aunque no los quería tener cerca. En sus cartas vemos que siempre
le están pidiendo dinero; la gran pelea final fue en 1523 por asuntos de
herencia (¡cuándo no!)
No le interesaba la vida de la
Corte, aunque, siendo de familia noble, siempre andaba bien vestido; sin
embargo, su padre llegó a amonestarlo por carta pues se decía que vivía de
manera miserable. No tenía amistades ni
demasiados ayudantes; sólo tuvo un criado en sus años de vejez. Decía que no
tenía amigos, ¿para qué los quiero?
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Miguel Ángel, Dibujo de La Piedad para Victoria Colonna, 1540 |
Su carácter tremendo se manifestó perfectamente cuando le encomendaron pintar la bóveda de la Capilla Sixtina. Todos pensaban que el encargo iría a Rafael o a Bramante. Rafael había empezado ya con las Estancias Vaticanas, era lógico que pensaran en él. Parece ser que estos dos artistas creían que Miguel Ángel no sería capaz de semejante encargo, pues era más escultor que pintor, y que esto dañaría su reputación (para alegría de ellos). Por otro lado, también se dice que Bramante boicoteó esta candidatura en provecho propio. Pero no fue así.
Miguel Ángel se empeñó, según
Vasari, en hacerlo lo mejor posible, “pues enseñaría a los artistas modernos
cómo se dibuja y se pinta”. Sabía que era un trabajo enorme, no estaba
familiarizado con la técnica del fresco, así que hizo venir a Roma a colegas
suyos de Florencia para que le enseñen y que lo ayuden. Pero cuando vio el
resultado del trabajo de sus ayudantes, se enfureció y los echó a todos. Se
encerró durante 4 años en la capilla (1508-1512) sin que nadie pudiera entrar a
ver lo que estaba haciendo (ni siquiera el Papa). En una de sus cartas se queja
de que estuvo 4 años acostado en un andamio, con el yeso cayéndosele en el
rostro. ¿Te lo imaginas?
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Miguel Ángel, La creación de Eva, bóveda de la Capilla Sixtina, 1510, fresco |
El Papa, por supuesto, quiso ver
la obra. El artista puso a prueba a sus ayudantes. Fingió que se iba de viaje,
les recomendó que no dejaran pasar a nadie en su ausencia, ni siquiera al Papa,
y les dejó la llave. Se escondió en la capilla, en el último andamio. Por
supuesto, los obreros le dijeron al Papa que Miguel Ángel se había ido y
recibieron una buena propina por dejarlo ver la obra. En cuanto el Papa osó
poner un pie dentro de la capilla, Miguel Ángel empezó a los gritos y a tirar
tablas desde arriba. Conociendo el talante del pintor, el Papa huyó, lleno de
miedo. Miguel Ángel se escapó por una ventana, pensando en que el Papa lo iba a
castigar; se encontró por el camino a Bramante, le dejó la llave, y se fue a
Florencia, esperando a que los ánimos del Papa se calmaran. Algunos dicen que
Rafael pudo entonces escabullirse dentro y ver la maravilla que estaba pintando
su rival.
Miguel Ángel no quería volver.
Tenía miedo de las represalias del Papa y no confiaba. Todos le pedían que
regresara: había dejado la bóveda sin terminar. Finalmente, el Papa lo perdonó.
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Miguel Ángel, El Juicio Final, Capilla Sixtina, 1535-1541, fresco |
En 1534 el Papa Clemente VII lo
volvió a llamar para que pinte el Juicio Final. Sí, 22 años después. Miguel
Ángel tenía 59 años, ¡otra vez! Y la tumba de Julio II todavía sin terminar.
Vaya la gracia que le hizo volver a pintar al fresco. Se cayó del andamio, se
rompió una pierna y, a pesar del dolor, no quería que ningún médico se le
acercara. Estaba en Roma su amigo florentino Rontini, que era muy buen médico;
al enterarse de lo que le había pasado fue a su casa y nadie le abrió. Rontini
sabía cómo entrar a la casa y, mientras iba pasando por las habitaciones,
Miguel Ángel huía, desesperado. Rontini no se separó de él hasta que se curó.
Terminó el Juicio Final en 1541 y, cuando se desveló la obra, todo el mundo
quedó impresionado. El Papa le regaló el puerto del Po en Piacenza, que le daba
una buena ganancia al año, además de su asignación.
Y después le tocó la Capilla
Paulina, menos conocida.
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Miguel Ángel, Conversión de San Pablo, Capilla Paulina, 1552, fresco |
Murió en Roma en 1564, con 89
años. Una vida larga, admirado por todos. Después de casi 6 siglos sigue
maravillándonos con sus logros con el pincel y el cincel.
Aquí tienes los enlaces de artículos sobre Miguel Ángel, por si los quieres releer:
Fuente:
Lamarche-Vadel, B. Michelangelo.
Stuttgart, Belser V., 1986
Miguel
Ángel, Cartas (selección D.García
López). Madrid, Alianza, 2008
Vasari, G., Las vidas. Madrid, Tecnos, 2006
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