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jueves, 13 de junio de 2024

Sargent y la guerra

 

Sargent, Aeroplano derribado, 1918, gouache y acuarela

La pintura como testimonio


No es fácil hablar de estos temas en el contexto actual. Este artículo lo había empezado a preparar en octubre del año pasado. Un nuevo frente de guerra: no me pareció apropiado sacarlo en esa oportunidad.

Revisando los artículos pendientes pensé en que, aunque tampoco es buen momento ahora mismo, tampoco ayuda mucho no hablar de la guerra.

Hoy te quiero traer la actividad de los pintores como corresponsales de guerra. Actualmente todo es más fácil: todos llevamos encima una cámara y somos potenciales periodistas de cualquier evento que se nos cruce por el camino. Pero hasta que las cámaras no fueron realmente portátiles, el testimonio de los sucesos bélicos se hacía sólo a través del pincel de artistas que eran enviados al lugar.

Sargent, Calle en Arras, 1918, acuarela


Ha habido muchos y muy famosos, en diferentes épocas y diferentes conflictos: Otto Dix, Tom Roberts, Arthur Streeton, Henry Tonks, Graham Sutherland, L.S.Lowry… y algunas mujeres, tales como Lady Butler o Laura Knight. (Si pinchas en los nombres, puedes ver los artículos donde los hemos mencionado; algún día te contaré la historia del resto.) 

Por supuesto, en esta lista falta John Singer Sargent. (De él te hablé por aquípor aquí y aquí.aquí.) Realmente, de Sargent uno se queda con la idea de un artista elegante (que lo era), gran retratista, un acuarelista genial… pero, ¿guerra? Como que no cuadra con su imagen.

Sargent, Estudio para "Gaseados", 1918


Tampoco es que se lo pueda vincular como partícipe de la defensa de algún país. Era estadounidense, nacido en Florencia, vivió toda su vida entre París y Londres y con constantes viajes de búsqueda de motivos para pintar. No se identificaba con su país (y tampoco con ningún otro), aunque no renunció a su nacionalidad: simplemente, era un cosmopolita, un hombre de mundo con todas las letras.

Sargent, Truchas en el Tirol, 1914


Tal es así que, cuando estalla la 1ra Guerra Mundial, en 1913, su vida no había cambiado demasiado. Andaba por el lago Garda en Italia, pintando, nadando, jugando al tenis y al ajedrez y leyendo mucho. Cuando vuelve a Londres, su hermana Emily estaba colaborando en tareas de enfermería. En julio de 1914, como todos los veranos, sale de viaje nuevamente. Todos le advertían que no era lo adecuado. No se sabe si subestimó el problema, si no vio el alcance del conflicto: Sargent partió al Tirol, como lo tenía planeado. Viajó, como siempre, con su asistente Nicola, Adrian Stokes (pintor) con su señora y criada y el teniente coronel Armstrong (pintor amateur). Mala idea. El 28 de julio Austria le declara la guerra a Serbia.

Sargent, Dos soldados en Arras, 1918


Les confiscaron todos los caballos y mulas, indispensables para andar por los Alpes. No tienen pasaportes y tramitarlos no es tarea fácil. Durante 2 meses no se supo qué les había pasado, pues sus cartas eran interceptadas. Armstrong y Stokes, al entrar Inglaterra en la guerra, fueron considerados enemigos. Les confiscaron las pinturas. Vía embajadas consiguen comunicarse con las familias; mientras tanto, Armstrong, al ser militar, es detenido, y cuando lo liberan no se le permite permanecer en Austria y debe volver. Sin embargo, el resto decide quedarse y seguir pintando, mientras Sargent tranquiliza a su hermana, diciéndole que todo va bien. Finalmente, logra regresar en noviembre, una semana después de lo previsto.

Sargent, Bocetando, 1914


Sargent, No robarás, 1918
A Sargent se le cayó un mundo, como a todos. Nunca había habido una guerra de tal magnitud. Y lo afectó: se encerró en su taller de Londres. Está fastidiado porque, después de tantos años, le piden una documentación vigente. Sin embargo, trata de colaborar en alguna medida: hace donaciones de caridad, idea objetos para la Cruz Roja y lo más curioso: lo llaman para que diseñe algún tipo de camuflaje. Había un detalle nuevo en esta guerra: la aviación. Los uniformes blancos de los soldados eran muy visibles desde arriba. Prepara una serie de distintos tipos de camuflaje, pero no le hacen caso, y eso, a pesar de que se lo habían encargado. En 1918, hastiado, viaja a USA a instalar los paneles que había pintado para la Biblioteca de Boston; es americano, allí se queda. Pero USA entra en la guerra en abril de ese año.

Cuando vuelve a Londres, el Ministerio de Información lo llama y le pide que sea pintor de guerra. Su misión era pintar un cuadro de 6 x 3 metros, que mostrara la cooperación entre Gran Bretaña y USA. Finalmente, se echan atrás y le encargan que muestre la realidad de la guerra.



Sargent acepta sólo porque le da la sensación de estar perdiéndose algo. Finalmente, viaja en julio con Henry Tonks, con todos los bártulos para pintar. Sargent estaba muy excitado por la nueva experiencia, pero para los mandos a quienes debía obedecer era un verdadero problema pues no tenía ni la menor idea de lo que es un ejército. Mr. Sargent, decían, es muy refinado y elegante y le pueden hacer cualquier cosa. Tan poca idea tenía que una vez preguntó si la guerra paraba los domingos. Tonks intentó enseñarle los grados militares, infructuosamente. Así fue como lo protegían entre todos.

Sargent, Henry Tonks, 1918, lápiz


En ese contexto busca el motivo para su cuadro. Hace bocetos en acuarela de fábricas destruidas, de las trincheras, de los soldados… Las bombas explotan por todos lados y él, con su sombrilla blanca… a la que le ordenaron camuflar enseguidita. No encontraba el qué para su cuadro. Se quejaba de que necesitaba mucha gente y, obviamente, los soldados no estaban disponibles para posar para él. A Tonks le habían pedido un tema médico, pues antes que pintor había sido cirujano.

Tonks, John Singer Sargent, 1918


Finalmente, allí estaba su motivo, en Doullens: una hilera de soldados intoxicados por gas mostaza, marchando hacia el hospital de campaña, desorientados. El sol del atardecer, difuminado por la atmósfera amarilla que dejó la estela mortífera.  En el fondo, un grupo de soldados juega al fútbol. En el cielo, a lo lejos, los aviones combatiendo.

Vuelve a Londres en octubre, después de 3 meses en el frente.

Allí termina en 4 meses “Gaseados”, el testimonio de un nuevo tipo de combate, el de las armas químicas. Le pagaron 600 libras y él corrió con los gastos, pues consideraba un honor haber contribuido de alguna manera con su país de adopción.

Sargent, Gaseados, 1919


 El plan era colgarlo junto a las obras de los otros corresponsales en el Hall of Remembrance, un espacio en honor a los caídos, que había que construir especialmente. Su cuadro era demasiado grande y hubo que achicarlo en los lados. El museo nunca se construyó. El cuadro de Sargent quedó como símbolo del sinsentido de la guerra.

Actualmente se encuentra en el Imperial Museum of War, en Londres.

Fuentes: Fairbrother, T. John Singer Sargent. New York, Harry N. Abrams, 1994

Olson, St. John Singer Sargent. London, Barrie & Jenkins, 1986

 

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