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jueves, 6 de noviembre de 2025

La decoración siniestra de la Quinta del Sordo

Goya, Perro semihundido, 1820


Los murales de la casa de Goya


O “Pinturas negras”, porque son muy tétricas. Una decoración extraña hecha por Goya para su domicilio particular. ¿Por qué habría de querer convivir con ellas? ¿Qué lo llevó a pintarlas?

Goya, El aquelarre, 1820

Nunca lo sabremos. Nos podemos imaginar que era una manera de exteriorizar sus demonios. ¿La enfermedad? ¿La desesperanza de una España anclada en vaivenes políticos y el atraso? Sea lo que sea, esas pinturas fueron fuente de inspiración para las generaciones posteriores de artistas, como para los surrealistas o los expresionistas.

Goya, Romería de San Isidro, 1820


La Quinta del Sordo no existe más: fue demolida en 1909, pues estaba en ruinas. Estaba del otro lado del Manzanares, cerca del puente de Segovia. En antiguos mapas y maquetas de Madrid aparece como una construcción sencilla de adobe, con dos plantas y un patio de huertas interior. Ya se llamaba así antes de que la comprara Goya, pues el anterior propietario también era sordo. Casualidades.

Imagen de la Quinta del Sordo en 1907

Goya compró la casa en 1819. Allí se fue a vivir con Leocadia Weiss y su hija Rosario; al parecer, mantenía una relación con la madre (que estaba casada y que aparecía como la criada para todo el mundo). Aparentemente, Rosario era hija suya; fue una gran pintora. En 1820 el artista empezó a sentirse enfermo, del cual este cuadro es testimonio del agradecimiento al Dr. Arrieta por su curación. Aparentemente, comenzó a decorar las paredes apenas se mudó a la casa.

Goya, Goya asistido por el Dr. Arrieta,
1820

En 1823 la cedió a su nieto Mariano, quizás para evitar expropiaciones por represalias políticas, y se marchó a Burdeos, en exilio, donde murió en 1828. ¿Estaba terminada ya la decoración cuando se fue? Parece que sí. A su muerte, su amigo Antonio de Brugadas, hizo un primer inventario de estas pinturas, que nos da una idea de cómo estaban dispuestas las pinturas en las dos plantas, aunque la ubicación de cada una no es segura.

Imagen: Wikipedia

Mariano le transfirió la casa a su padre, Javier, en 1830. La casa fue pasando por varias manos, que la reformaron y la convirtieron en un palacio. En 1873 entra en la historia el barón de Erlanger, quien compra la casa y se preocupa por las pinturas.

Goya, Duelo a garrotazos, 1820

Su intención era protegerlas del abandono en la que estaban y, aparentemente, venderlas. Para eso, necesitaba “arrancarlas” de las paredes. Éstas estaban recubiertas con papel mural, aunque respetando el espacio de las obras. Contrató a Martínez Cubells, restaurador del Museo del Prado, quien pacientemente hizo el trabajo de transferirlas a telas, que es como las conocemos hoy. Pero, antes de eso, pidió al fotógrafo Laurent que las documentara. Los negativos de esas fotografías todavía existen.

"Romería", foto de Laurent, 1874

Erlanger las llevó a París en 1878 y fueron expuestas en la Exposición Universal. En 1881 las donó al Museo del Prado, donde se encuentran desde entonces.


Goya, Dos viejos comiendo sopa, 1820

En total son 14, de distintos tamaños; quizás Goya pensó en el espacio que tenía disponible para cada una. Debajo de estas pinturas, hay otros cuadros con escenas costumbristas, de temas más alegres (P.ej.: debajo de “Saturno devorando a su hijo” hay un bailarín). Algunos críticos se inclinan a pensar que no eran de él y que ya estaban en el lugar; otros, que él las repintó, en medio de una crisis existencial.

Goya, Saturno devorando a su hijo, 1823?

 En el inventario de Brugada aparecen mencionadas 15. La que falta en la serie, según algunos, podría ser “Cabezas en un paisaje”, que está en la Colección Stanley Moss.

Goya, Cabezas en un paisaje,
1820

Tampoco se puede saber si hay una unidad temática. En su conjunto, trata de la vejez, el Mal, la noche, la crítica o ironía hacia la Iglesia, al gobierno, a la sociedad en general (P.ej., en “Duelo a garrotazos”, en “El Aquelarre” o en “El Santo Oficio” y “La romería de San Isidro”). Predominan los fondos oscuros, con luces débiles.

Goya, La romería de San Isidro, 1820

Sin embargo, hay una obra que es diferente al resto: “El perro semihundido”, famosísimo. ¿Qué hace ese perrito ahí? ¿Qué mira? En uno de los negativos de Laurent aparecen dos manchitas, como si estuviera mirando a unos pajaritos que vuelan. Es un cuadro tremendamente moderno: casi toda la superficie, la que corresponde al cielo, está vacía. Una diagonal marca el límite, la frontera, que divide cielo-tierra y el perro.

Fotografía de Laurent, Goya, Perro
semihundido, 1874

¿Con cuál de todas las Pinturas Negras te quedas tú? Yo, sin duda, con la del perrito.

Goya, Asmodea, 1820


Fuentes: Arnáiz, J.M., Las Pinturas negras de Goya

Madrid, Antiqvaria, 1996

Hughes, R. Goya. New York, Knopf, 2006

Teixidor Cadenas, C. “Fotografías de Laurent en la quinta de Goya”. Descubrir el Arte, n° 154, Madrid, Unidad Editorial Soc. de Revistas, 2011

Web Museo del Prado

 

 




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