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jueves, 29 de enero de 2015

La parte roja del violeta: el púrpura

Matisse, Mujer con robe morada,
1937
Hablar de “púrpura” puede traer muchos problemas: ¿a qué color exactamente nos estamos refiriendo? Si eres alemán, será un color violeta rojizo o carmín; si eres japonés, es un color violeta azulado claro; si eres italiano, pensarás en un rojo oscuro; si eres americano o inglés, te recordará a las amatistas… ¿Por qué pasa esto?
Darle un nombre a un color depende de muchos factores y en muchos de ellos, se trata de cuestiones culturales, de tradición.[1]
En parte, como hablamos en el artículo anterior, se debe a que el violeta es un color ambiguo. Pero en el caso del púrpura hay que añadir lo siguiente: sólo surge cuando se mezclan las ondas de luz rojas y azules en un determinado ángulo de incidencia, con lo cual se convierte en un color muy inestable, y eso se refleja en nuestra percepción de él. Para comprenderlo más fácilmente: observa las flores de la bouganvilla a distintas horas del día y comprobarás por ti mismo estas variaciones.




Rothko, Violeta, negro, naranja,
amarillo sobre fondo blanco y negro,
1949
Por otro lado, también se debe al proceso de teñido del que hablamos la vez anterior. Se utilizaba una glándula de caracoles marinos, que se dejaba fermentar en recipientes para que soltaran más mucosidad. Este caldo se ponía a hervir con agua hasta lograr un extracto espeso (10 dl de mucosidad en 100 l agua= 5 l de tinte), de color amarillento. Con esto se tiñen las telas y se dejan secar al sol y, mientras se van secando, pasa a ser verde, luego rojo y por último, violeta. Dependiendo de la especie de caracol será un violeta rojizo o un púrpura oscuro. (Por eso, el púrpura puede estar más cerca del rojo que del violeta.)
Este procedimiento es el que se solía usar en el Mediterráneo, pero también se fabricaba de manera más o menos parecida con caracoles, insectos o plantas en América y Asia.

Emperador Justiniano, Iglesia de San Vital,
Ravena (mosaico)
Diocleciano en el 300 d.C. se llevó a los maestros a Constantinopla y armó un verdadero monopolio. En Bizancio sólo podían llevar este color el emperador y la emperatriz. (Ver el mosaico de Ravenna: es un color violeta oscuro, el llamado “Púrpura de Tiro”.) Cuando los turcos entran en Constantinopla en 1453, desaparecen los talleres de teñido y con ellos, sus secretos. Se suplanta entonces con el colorante del insecto quermes, que da un pigmento carmín o escarlata, pero también era un procedimiento caro.
En 1908 el químico Friedländer descubrió que químicamente es muy parecido al pigmento de la planta llamada índigo, con lo cual se pudo sintetizar en laboratorio y, por lo tanto, dejó de ser un producto de lujo. Y con el quermes, el púrpura dejó de ser violeta en ciertas culturas.
Rafael, El Papa León X con los
cardenales Medici y de Rossi, 1518


Así es como el púrpura (así como el violeta: ver el artículo anterior) se relacionó siempre con la autoridad y el poder, y, como no se destiñe, con la eternidad y la espiritualidad. Los obispos y arzobispos de la Iglesia Católica llevan solideo violeta; en cambio, los cardenales, en púrpura (rojo). Ante la falta de púrpura original, el Papa Pablo II (1464) ordenó usar índigo para el violeta y quermes para el púrpura. Como el quermes da un pigmento de color rojo oscuro, de ahí que los cardenales hoy ya no lleven púrpura. Aunque los sigamos llamando el “Purpurado”.







Fuentes: Welsch,N.-Liebmann, C.Chr. Farben. München, Elsevier V.2004;
Heller, E. Wie Farben auf Gefühl und Verstand wirken. München, Droemer V., 2000;
Gage, J. Color and Meaning. Los Ángeles, University California Press, 1999;
notas personales







[1] Más adelante, hablaremos sobre los nombres de los colores. Hay algunos muy, pero muy raros…

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