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jueves, 7 de mayo de 2015

Una experiencia artística en Kenia

Da Vinci y Pollock en África
(Imagen: Fran Alonso)
No me gusta nada cuando oigo que el arte no sirve para nada o que es algo propio de snobs o diletantes. Soy una convencida, por propia experiencia, de que sí sirve para algo. Y si no, lean el testimonio de la Fran…
Hoy le dejo la palabra a ella.
Cristina


(Imagen: Fran Alonso)

Tengo 26 años, soy psicóloga infantil, y hace unos meses decidí embarcarme en una aventura: irme a dar algo de mi tiempo a quienes más lo necesitan en África. Así fue como llegué a este continente colorido, ruidoso y salvaje, y me interné en Kenia, para ir a trabajar a un colegio. No sabía mucho qué haría, me costaba entenderles el inglés, me sentía en un mundo distinto y hacer terapia entonces se me hacía imposible. No sabía qué hacer. ¿Cómo llegar a esos niños sedientos de aprendizaje y de cariño, mientras yo estaba ansiosa por entregarles lo que pedían? Así fue como pensé en el arte. Siempre he sido una amante de esta práctica y pensé que su lenguaje universal podría serme útil y facilitar la expresión y la comunicación.

Y así fue. Estuve 3 meses haciéndoles clases de arte a niños desde 2° a 7° año de primaria y fue una experiencia alucinante. Los niños jamás habían oído la palabra arte, libertad, expresión, Da Vinci, Picasso… Esto no se impartía en dicha escuela: no era la prioridad del establecimiento, por lo que, teniendo recursos limitados, habían optado por ignorar dicha área del aprendizaje. Así pues, un día llevé al colegio lápices de todo tipo y colores, pinturas, mostacillas, cartones, lana, plasticina, goma Eva, cosas que los niños no habían visto ni soñado y que no sabían cómo utilizar. Con estos materiales se les invitó a ser libres, a dibujar o pintar sin ser evaluados, a soltarle las cadenas a la imaginación. ¡Qué angustia sintieron ante aquellas instrucciones! ¡Qué perdidos estaban! Acostumbrados desde pequeños a sólo usar lápiz grafito y goma de borrar y habiendo realizado dibujos solamente en la clase de Ciencia (mapas, volcanes, brújulas), en la que si no estaban perfectamente copiados al modelo tendrían una mala calificación y, quizá, también un castigo, esto de la libre expresión les resultaba verdaderamente incómodo y difícil. Así pues, se les fue invitando de a poco a soltarse, se felicitaba a quienes creaban lo más loco -lo más alejado de la realidad-, se les fue limitando el uso de la goma de borrar y de la regla, hasta que al cabo de algunas semanas ya eran capaces de expresarse mediante el arte, de soltarse. Se les veía menos atrapados, más libres, menos atados a lo que los adultos les pedían, más creativos, diría también que un poco más rebeldes, en resumen: más felices.

(Imagen: Fran Alonso)
Recuerdo una clase en que les mostré un video de Jackson Pollock pintando uno de sus murales; les conté que él era famoso, que esos murales hoy en día eran valiosísimos. Los niños no podían creerlo, estaban impresionados. A la mayoría le desagradó el video y probablemente creyeron que el mundo y yo estábamos locos. Sin embargo, uno de los niños, Daraya, quien tiene una profunda sensibilidad, quedó anonadado y me pidió ver el video varias veces. Semanas después les pedí que hicieran un mural representando Kibera (el slum donde viven). Lo hicieron muy bonito, con sus negocios, su línea del tren, sus mezquitas e iglesias, pero al terminar, a mi querido Daraya -o Leonardo, como me pedía que lo llamara después de haberle mostrado la obra de Da Vinci-, se le ocurrió rayar todo el mural, cual Jackson Pollock. Los compañeros se entusiasmaron y al final ya casi no se veía lo que habían dibujado. El objetivo del mural era traerlo a mi país para mostrarle a quienes no conocen Kenia cómo se vive allá, por lo que cuando noté que el mural estaba casi destruido por poco me desmayo, pero bueno, ¿qué iba a hacer? ¿No era yo misma la que les hablaba de libertad y les había mostrado a Pollock? No me quedó otra opción que reír ante ese pequeño instante de locura y creación.

(Imagen: Fran Alonso)


En otra ocasión les llevé plasticina para que modelaran los animales propios de África; lamentablemente no preví que al hacerles yo un modelo para enseñarles cómo usar la plasticina (un humilde caracol), me encontraría después de 30 minutos con 27 caracoles dentro de la sala: la creatividad todavía no se había instalado en sus mentes. Semanas después volví a hacer la actividad y con alegría vi que ahora tenía una jungla en la sala. Si bien muchos de los animales eran los que rodean a los niños en la ciudad –ratones, gatos, cerdos y vacas-, al menos ahora existía variedad.

Los niños esperaban toda la semana la clase de arte, estaban listos para colorear el mundo a su pinta, a seguir sus propias instrucciones. Siento que fui una celestina: les presenté el arte a los niños y la unión entre ambos fue perfecta. Creo que al volver a mi país dejé atrás a niños más sonrientes, más relajados y más ingeniosos, herramientas que pienso que les serán útiles en el futuro, puesto que viviendo en un entorno tan vulnerable y con tan pocas oportunidades, su espíritu creativo les ayudará a resolver conflictos y a vislumbrar diversas soluciones a los problemas que enfrenten. Doy gracias al arte, que me permitió conocer personas tan lindas, y doy gracias al arte, que le permitió a esas personitas ser aún más lindas.
(Imagen: Fran Alonso)


Francisca Alonso
Univ. Católica de Chile




8 comentarios :

  1. Gracias Fran. Que en tu camino, donde quiera que vayas, dejes niños sonrientes

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  2. carmen Balmaseda7 de mayo de 2015, 22:44

    El arte es quien posibilita que la realidad muestre su belleza .
    Un post bello también!!

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  3. Hermoso testimonio. Qué buena experiencia !! Gracias Fran . Gracias Cristina

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  4. Qué emocionante! Me encantó
    Lo voy a usar en mis clases sobre creatividad
    Elisa R.
    Psicóloga PUC

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  5. Muy bueno el articulo!!!!
    Se pasó la Fran
    Inés Cuevas

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  6. Que experiencia maravillosa, como habrá sido difícil al principio poder hacerse entender, darles la oportunidad de saber que podían crear algo por ellos solos, sin seguir ordenes directas,y sacar afuera su creatividad. Te felicito Fran, además que para ellos el color está en sus vidas, en la naturaleza, en su vestimenta, en fin Africa está lleno de color.
    Gracias por contar tu experiencia y haberles dado a esos niños un poco de felicidad y libertad en el arte.
    Francisca

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  7. Estimados: Muchas gracias por sus comentarios, me pone muy contenta saber que lo que a mí me entusiasma, entusiasma también a otros. Efectivamente, como comenta Francisca, África está lleno de color y estar allá es una experiencia maravillosa. Los invito a todos a conocer más aquel continente olvidado que para los artistas puede ser la mejor inspiración. Saludos y gracias nuevamente!
    Www.EducAfrica.cl

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