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jueves, 17 de junio de 2021

Sonría, por favor…

 

Ingres, Mme. Leblanc, 1823


Creo que fue en el Thyssen, en la expo de retratos de Rembrandt y sus colegas (pincha aquí). Yo iba contemplado los retratos, sacando fotos de detalles que me podían inspirar para posteriores cuadros, tomando apuntes en mi libretita, sacando fotos de las cartelas… Una señora seguía mis pasos; no de manera voluntaria, sino que recorríamos el mismo camino, por pura casualidad. (¡Qué tiempos aquéllos! ¡Quién se iba a imaginar lo que vino después!)

Hals, Peter van der Broecke, 
1633

Finalmente, ella quiso entablar conversación.
Me pregunta: “¿Por qué no sonríen? No hay ni una sonrisa en estos cuadros…”. No sé si me habrá visto cara de profesora o de entendida. Me desconcertó con su pregunta, no me la esperaba. No por el tipo de pregunta, pues ésa me la han hecho mis alumnos muchas veces, sino porque no esperaba que quisiera hablar conmigo y que se le ocurriera justamente eso para empezar a hablar. Comencé a explicarle; me escuchaba con mucha atención. La gente que estaba alrededor se acercaba con mucha discreción. No quise armar una conferencia allí; yo sólo era una visitante más. Le contesté brevemente y seguimos con la visita, cada una por su lado (aunque nos cruzamos más de una vez…).





De Kooning, Mujer III, 1952

Y sí, en los retratos no suele haber sonrisas o carcajadas.
Hay demasiada solemnidad. Pero… ¿es tan así? Te aseguro que no. A ver:











Es cierto que en la mayoría de los retratos no hay sonrisas. En primer lugar, porque las dentaduras en esas épocas dejaban mucho que desear. No había conciencia de higiene bucal, y, si alguien quería cuidar este aspecto, recurría a enjuagues de hierbas, se frotaban los dientes con cenizas, sal, huesos molidos… Si se necesitaba atención especial, ahí estaban los barberos, que oficiaban de cirujanos: después de todo sabían usar de maravillas las navajas y las cuchillas. Y todo sin anestesia, está claro, por lo menos hasta comienzos del sg. XIX.

van Ostade, Barbero extrayendo un diente, 1630


Así que no se mostraban los dientes por pudor, por una cuestión de imagen.

Velázquez, Felipe IV, 1623

Otra razón es que se consideraba vulgar.
La pose elegante, adecuada al estatus del retratado (quien, después de todo, es el que está pagando el cuadro), implicaba una actitud hierática y majestuosa. A los monarcas les correspondía mostrarse con una actitud que estuviera más allá de las veleidades y pasiones humanas. Sin embargo, esta manera de ser retratado se extendió a nobles y burgueses. Eso de quedar fijado para la posteridad riéndose no quedaba bien. (Basta con recorrer el Instagram de ciertas influencers… ¿quién sonríe ante la cámara?)







Y otra causa, más pedestre: que es muy difícil pintar bocas con risas. La boca humana tiene una anatomía especial, tienes que tener en cuenta 12 músculos. Y por más que en la escuela de Artes te enseñen a dibujar la anatomía humana, este tipo de pose no se practica. No se hace precisamente porque no se puede tener al modelo detenido en ese gesto durante mucho tiempo. ¿Cómo haces para tener quieto a tu cliente de esa manera? Si ya es difícil con las poses tradicionales…

Así es.

Picasso, Dora Maar con gato,
1941

Pero… ¿realmente no existen cuadros de figuras risueñas en la Historia de la Pintura?
¡Claro que existen! A veces son sonrisas tímidas o sarcásticas; otras, son carcajadas potentes… La risa en la Pintura está reservada a los cuadros costumbristas, con personajes de clases bajas, bebiendo, en fiestas… No quiere decir que los personajes de clases altas no experimentaran estos sentimientos de alegría: sólo que no estaba bien visto mostrarlos en público.

Y teniendo en cuenta lo que te decía antes, hay que valorar mucho este tipo de retratos… Lograr una sonrisa bien dibujada, que no parezca artificial o dura es lo más difícil que hay para un pintor.






Leyster, Niño y niña con un gato y una 
anguila, 1635
Un caso especial son los niños. Ponerlos a posar ya es un triunfo, pero un niño sin sonrisa, sin el juego, ya no es niño. 











Velázquez, Infanta Margarita, 1659

Salvo que seas una infanta o heredero a un trono y que debas guardar el decoro correspondiente.











Velázquez, El bufón don Sebastián
de Morra, 1643

Pero mira los retratos de bufones de la Corte pintados por Velázquez:
los engrandece, los eleva a la nobleza al no ridiculizarlos; los representa sin la risa, ésa que tenían como distintivo de su ocupación en palacio.











da Messina, Retrato de un
desconocido, 1465

Hay algunas muy extrañas,
como la de este retrato de da Messina. ¿Qué nos querrá decir con esa mirada?












Vigeé-Le Brun, Mme. Vigeé-Le Brun
y su hija, 1786

Hay señoras
que se permiten sólo un pequeño gesto, sin perder el aplomo y la elegancia. Algunas sonrisas son de ternura; otras, de complicidad con el artista.












Vermeer, Muchacha con copa de vino,
1659
En otros casos el artista las muestra así, indicando que ya han caído bajo el embrujo de la seducción, copa de vino mediante.











Murillo, Dos jóvenes en una ventana,
1665

¿Y estas jóvenes en la ventana
que nos trae Murillo? ¿Qué estará pasando en la calle que se las ve tan risueñas, hasta tal punto que una de ellas se tapa la cara?











La sonrisa más famosa del mundo ya sabes cuál es: la de La Gioconda. Un cuadro enigmático, que ha dado que hablar por siglos. ¿Por qué tanto lío con esta sonrisa? Porque está pintada de manera magistral, con miles de veladuras, sin líneas, difuminando una y otra vez los contornos. Porque nadie sabe qué nos quiere decir: se han escrito bibliotecas enteras sobre esto. Se cuenta que Leonardo la entretenía con bufones y músicos para que no perdiera la posición y que su semblante apareciera relajado. (Te lo conté aquí.)

(No creo que haga falta decir quién es...)


No he encontrado muchos ejemplos en el arte más reciente (y de los que te pueda mostrar imágenes). Klee apenas si indica una mueca. Picasso le regala una sonrisa a Dora Maar en su retrato. De Kooning le da a sus mujeres una boca risueña, pero parece más una sonrisa diabólica que otra cosa (no sé qué opinarás tú…).

Klee, Fuego y muerte, 1940


Y para terminar, el último autorretrato de Rembrandt. Tú sabes, Rembrandt se pintó a sí mismo casi 100 veces. Como una autobiografía. Éste se llama “Autorretrato como Zeuxis”. Cuenta la leyenda que Zeuxis de Heraclea (te conté quién es aquí) tuvo que pintar a una mujer muy fea y que, al ver el resultado, le dio un ataque de risa y murió. ¿Por qué Rembrandt se pinta así? El artista era un anciano derrotado, en la ruina, lleno de desgracias familiares. Se ríe de nosotros, los espectadores, como si fuésemos esa mujer fea de Zeuxis; se ríe porque sabe que también nosotros nos enfrentaremos a la muerte. Se ríe de sí mismo, repasando su vida y comprendiendo la inutilidad de las glorias terrenales.

Rembrandt, Autorretrato como Zeuxis, 1662

Ya ves, hay muchos tipos de sonrisas y de risas. Se dice siempre que la boca expresa más que una mirada. Si no logras darle la expresión justa, tu obra no servirá para nada. (Algunos, seguro, le pondrán la mascarilla a sus retratados para salvar este inconveniente…)

 

Velázquez, El triunfo de Baco, Los borrachos, 1629



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