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jueves, 25 de octubre de 2018

Persiguiendo a Caravaggio

(Imagen: C. del Rosso)

Era invierno y yo, en Roma, detrás de trámites y problemas familiares.  Veía a los turistas ir de acá para allá y me daba cierta envidia. No tenía tiempo para conocer nada. 

Logré hacerme un ratito y fui, en medio de una tormenta, a la Galería Doria Pamphilij (te lo conté hace un tiempo; pincha aquí por si te interesa releerlo). Mi estadía se estaba esfumando detrás de todos esos problemas y no podía entender, que estando allí, no pudiera ver nada. 

San Luis de los Franceses (Imagen:
C.del Rosso)
Mi recorrido diario pasaba por la iglesia de San Agustín, luego por San Luis de los Franceses…. Y luego, el metro: estación Flaminio, y pasar por delante de Santa María del Popolo. Las iglesias romanas están llenas de arte de primer nivel: era mi solución. Oh, había un denominador común: ¡Caravaggio! Pues, entonces, sólo había que ir a la pesca de este artista en medio de toda la burocracia… 


















San Agustín, Roma (Imagen: C. del Rosso)
San Agustín estaba cerrada a esa hora, tuve que dejarlo para otro día; no importa, Caravaggio está en San Luis. La iglesia fue construida gracias al patrocinio de los reyes de Francia como enclave para los franceses que residían en la ciudad, y bajo la tutela del santo (y rey) francés. Tiene obras de Domenichino, de Bassano y otros artistas franceses, pero a mí sólo me interesaba la capilla de San Mateo, la de Caravaggio. Se la llama también Capilla Contarelli, pues fue construida por voluntad del Cardenal Mateo Contarelli y en honor de su patrono.








Allí te encuentras con La vocación de san Mateo a la izquierda; en el centro, La inspiración de San Mateo, y, a la derecha, El martirio de San Mateo, todas obras de Caravaggio
Comenzó a pintar simultáneamente las obras laterales. En el contrato original sólo tenía estos 2 espacios a su cargo. 


Caravaggio, Capilla Contarelli, San Luis de los Franceses, Roma
(Imagen: C. del Rosso)

Sobre el altar debía instalarse una estatua del santo con el ángel, pero ésta fue rechazada y le pidieron a Caravaggio que pintara un cuadro más para ese lugar. No gustó y tuvo que hacer una 2da versión, que es la que hoy vemos. El resultado es impresionante. No hay nada como ver los cuadros en el lugar para el cual fueron creados. 



Caravaggio, Vocación de San Mateo, 1599
El gesto y la vestimenta moderna de los personajes, Cristo entrando en una taberna y señalando a Mateo, el recaudador de impuestos; es una taberna del siglo XVI, es una historia que acontece en el momento de creación del cuadro. Y la luz que se abre paso en la penumbra del lugar. 

Caravaggio, El martirio de San Mateo, 1600
Y luego, El martirio: cruento. La luz es potente, sobre el cuerpo del verdugo; el mártir, ya en el suelo. El cuadro está lleno de movimientos, de gestos: es como si se hubiese desatado un huracán allí mismo. Por ahí, escondido, aparece Caravaggio, su autorretrato.

Caravaggio, Inspiración de San Mateo,
1602


Y, en el centro, san Mateo y el Ángel: una obra maestra. La espiral que marcan los ropajes del ángel descendiendo es maravillosa. Es movimiento puro. Y el gesto del santo, sorprendido, no tiene igual.





















Al otro día, segundo intento en San Agustín: allí me esperaba de nuevo Caravaggio, con la Capilla de Nuestra Señora de Loreto o Virgen de los Peregrinos. Me encontré con un grupo de estudiantes franceses a quienes su profesor les explicaba con todo detalle esta obra. No me pude acercar mucho, no quería molestar. No había mucha iluminación en la iglesia a esa hora. 



Caravaggio, Virgen de Loreto, San Agustín, Roma
(Imagen: C. del Rosso)


Caravaggio, Virgen de Loreto,
1603
Pero la luz de Caravaggio se imponía aún de lejos. La Virgen de Loreto ocupa el plano central. Cuentan que allí había antes una Piedad, que fue vendida al cardenal Borghese y fue entonces cuando se le hizo el encargo a Caravaggio. En los laterales, las pinturas corresponden a Casolani. Hay también obras de Rafael, Sansovino y Guercino. Finalmente, pude acercarme más y pude ver los pies sucios de los peregrinos y la Virgen, muy realista, nada celestial, y no me extrañó para nada que haya provocado escozor en los espectadores de su tiempo.














Caravaggio, Conversión de San Pablo, 1600
Al día siguiente, metro otra vez: a Santa María del Popolo. Estaba cerrada. Abrían en 20’, me quedé esperando en la plaza (suerte que no llovía). No había casi nadie: junto a mí entraron 3 personas más. Los Caravaggio están en la Capilla Cerasi, dedicada a San Pedro y a San Pablo. La iglesia estaba a oscuras: recién habían encendido las luces y les costaba un poco relucir en todo su esplendor. Sin embargo, ahí estaban las pinturas de Caravaggio refulgiendo en la oscuridad. 
















Caravaggio, Crucifixión de San Pedro, 1600
En el altar de la capilla se encuentra una Asunción de Annibale Carracci y, a los lados, La conversión de San Pablo y La crucifixión de San Pedro, de Caravaggio. San Pablo, caído del caballo y con los brazos abiertos en “V”; el caballo, imponente, es el protagonista indiscutible. Y, enfrente, San Pedro, pronto a ser crucificado: de nuevo el gesto, la fuerza, la actitud de los personajes. Esto está sucediendo frente a nuestros ojos. 


















Carracci, Asunción, Capilla Cerasi,
Sta. María del Popolo, Roma (Imagen:
C.del Rosso)
Y ver la dupla Caravaggio-Carracci, compitiendo entre sí… ¿Quién sale vencedor? Creo que Caravaggio. Sin embargo, éste tomó en cuenta a la obra del altar: Pedro mira a la Virgen antes de morir y Pablo abre los brazos como lo hace la Virgen.

Fue llegando más gente. Seguí con mis cosas.














Piazza del Popolo, Roma (Imagen: C.del Rosso)
Había visto los Caravaggio de la Doria Pamphilij. La próxima seguiré sus pasos hasta la Galería Borghese (eso espero).













Si quieres leer más sobre Caravaggio, puedes releer este post anterior:




1 comentario :

  1. De parte de Magdalena: “Una maravillosa exposición guiada por Cristina: sabia, amena y excelente difusora y relatora de tus paseos artísticos. Sin moverme de la pantalla del ordenador, he podido recordar -gracias a tus acertadas e iluminadoras interpretaciones de -los cuadros de Caravaggio- mis visitas a esas iglesias en Roma. Ciudad donde en cada iglesia, plaza o rincón, la belleza del arte te asalta de modo sorprendente donde menos lo esperas. Y dicha belleza de la pintura hace visible la lectura de la Biblia en una teología profunda. Verdad, Bien y Belleza se unen en un todo único”.

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