No es una película de terror:
ocurrió de verdad, lamentablemente.
Sandmann, Napoleón en Santa Elena, 1820 |
Te estuve contando el porqué de
los nombres de los colores y habrás visto que varios pigmentos son muy tóxicos. Es raro: unos colores que te traen la
belleza, que te hacen soñar, que alegran tu vida, pero que a la vez te pueden matar. Hoy esto ya no
ocurre: la fabricación de los colores que usamos está legislada y muy bien controlada;
los pigmentos tóxicos no están a la venta y sólo se utilizan para restaurar
obras antiguas. Si alguien quiere comprarlos, debe hacer un pedido especial y
dejar registrado su nombre. Los colores que dañan el medio ambiente tampoco se
siguen usando: salvo los cadmios, el resto se ha ido reemplazando por variantes
sintéticas, producidas en laboratorio.
Longhi, El chocolate de la mañana, 1775 |
En tiempos de guerra las fábricas
de pinturas son fácilmente transformables en fábricas de armas. O en industria
farmacéutica. Después de todo, es química pura. Hay ejemplos notorios de esto
en la historia reciente. Una vez tuve la oportunidad de conocer a un gerente de
una fábrica de pinturas: había estado anteriormente en una de armas. Se
había cambiado de trabajo porque su conciencia no lo dejaba dormir.
Son las 2 caras de una
misma moneda: matar y llevar belleza…
Un ejemplo notorio de esto es la historia del verde de Scheele y las paredes asesinas. No lo
conoces porque hace rato que no existe. Por suerte.
Longhi, La familia Sagredo, 178 |
Scheele era un químico sueco que
en 1775 creó un verde intenso, precioso, a base de arsénico y cobre. A pesar de
que en la patente especificó su toxicidad, era tan bonito que nadie reparó en
esto: se comenzó a usar en la fabricación de papeles murales, en pintura de
pared, tapicería, etc. Las casas se llenaron de este verde, hermoso y
brillante. Con la humedad, el arsénico reacciona inundando las habitaciones con
vapores letales.
Estas damas de los cuadros de
Longhi seguramente habrán tenido una muerte horrorosa: papel mural con
arsénico, en la humedad de Venecia, y maquillaje con plomo. (Te cuento sobre esto en este artículo anterior.)
Hasta la isla de Sta. Elena, la
prisión de Napoleón Bonaparte, llegaron estos papeles. Era la moda. La muerte
de Napoleón siempre estuvo rodeada de misterio, de dudas, y las sigue habiendo.
¿Cuál fue la causa de su muerte? ¿Cáncer de estómago? Había pasado sus últimos
días desganado y en cama; tenía 51 años, no era un anciano. Como era costumbre, a
su muerte se le cortaron mechones de pelo y se guardaron. En el siglo XX, al analizarlos, se descubrió que tenía una altísima concentración de arsénico. ¿Lo
habían envenenado intencionalmente? ¿Fue una intoxicación casual? ¿Cómo estaban
decoradas las habitaciones? Sta. Elena es una isla: clima húmedo, condiciones perfectas para que el arsénico despliegue sus vapores asesinos.
Delaroche, Napoleón cruzando los Alpes, 1850 |
En 1980, en un programa de la
radio de la BBC un profesor de química, el Dr. Jones, planteó la cuestión de
que sólo hacía falta conseguir un trozo del papel mural de la residencia de
Napoleón, para certificar su muerte por envenenamiento con verde de Scheele.
Una oyente, a los pocos días, le envió un trocito del papel mural de Sta.
Elena: un antepasado suyo había recortado en secreto el papel y lo había
guardado como recuerdo. Ése era el eslabón que faltaba, pero aún así todavía
existen muchas dudas.
Pasaron muchos siglos y muchas
muertes misteriosas hasta que la producción de este color se prohibió. No fue
Napoleón el único que murió así, pero sí el más famoso.
¿Viste? Las paredes lo asesinaron.
No era una película de terror.
Steuben, La muerte de Napoleón, 1829 |
Finlay, V. Colores.
Barcelona, Océano, 2004;
notas personales
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