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jueves, 31 de marzo de 2016

"Cabeza muerta"

Los nombres de los colores
Lüpertz, Poeta, 1997

Me ha pasado más de una vez. Voy a mi proveedor de materiales y delante de mí, algunos clientes que se asombran de los nombres de los colores que algún profesor de pintura les mandó comprar.

Y si uno lo piensa un poco, algunos nombres son bien raros. Un rojo de cadmio, un blanco de titanio o de zinc nos recuerdan a la tabla periódica, o sea, son elementos químicos. Pero, ¿“Caput mortuum”? ¿Y “negro de Marte”? ¿No era que Marte era el planeta rojo? O “gris de Payne”, ¿quién era éste? ¿O es algún lugar?


Así que como ya está bien de tanta perspectiva y tantas ilusiones ópticas, vamos a volver a hablar de colores y sus nombres. Pero antes hay que hacer una pequeña salvedad: ¿qué significa realmente “nombrar un color”?

Meléndez, Bodegón con ciruelas, brevas, pan, barrilete, jarra y
otros recipientes, sg.XVIII (Imagen: Museo del Prado)
¿Cuántas veces nos ha pasado que no nos ponemos de acuerdo con los colores? ”Esta blusa es color ciruela” y otro/a nos dice que no, que es marrón oscuro. El asignar un nombre a un color depende no tanto del color mismo sino del que lo ve, y en esto intervienen muchos factores, en gran medida, culturales. Si yo le muestro a un alemán, p.ej., una tela que para mí es azul oscuro, es probable que me diga que es índigo. O si le muestro otra que para mí es lila, probablemente me diga que no, que es rosa.
¿Cuándo deja el azul de ser azul y pasar a ser violeta?

Monet, Nenúfares azules, 1916
Podemos distinguir entre 100000 y 1 millón de matices, pero no tenemos esa cantidad de nombres. Un rojo puede ser más o menos oscuro, con más de 30 matices, sin que lleguemos a denominarlo, p.ej., “carmín”. Con “rojo”, “azul”, “amarillo”, “blanco”, “negro”, “gris”, “verde”, “naranja” y “violeta” podemos calificar a cualquier objeto, sin necesidad de entrar en más detalles. Por otro lado, no todas las lenguas tienen estos 9 nombres, pero esto no significa que sus hablantes no los vean o que no existan para ellos: es sólo que agrupan bajo un mismo nombre una escala de matices mayor. Cuando queremos especificar más inventamos nombres como “azul Francia”, “Navy”, “marino”, “ultramar”, “real”, "Klein", etc. etc.

Cuando por tu profesión trabajas con colores, la cosa se pone peliaguda. Si le pido a la peluquera que me tiña con un “Tierra sombra tostada”, pensará que estoy loca. Los tintes para el pelo tienen su propio nombre y código (P.ej., a los castaños les corresponde el 4.0; el rubio claro es 8.0…) Y lo mismo pasa con los colorantes alimenticios, los pigmentos para telas, etc. Por eso, para evitar problemas en la industria y que todos estemos de acuerdo, se ha inventado el Color Index, en el que están clasificados todos los colorantes con un código de 5 dígitos y según su componente químico. Para el caso de los pigmentos que usamos para pintar, los tubos vienen marcados con P (pigmento), la inicial del color en inglés (R=red) y su número correspondiente.

Champaigne, Naturaleza muerta con calavera, 1660
¿Y la “cabeza muerta”? Es el color “caput mortuum” (PR101), con tonos rojizos y marrones. (Lo puedes ver aquí.) Para entender por qué se llama así nos tenemos que remontar a la Edad Media y a los alquimistas que querían convertir el plomo en oro. Trabajaban con azufre: lo calentaban varias veces y al pasar al estado gaseoso, quedaba como residuo un polvo azul violáceo. A este polvo lo llamaron “caput mortuum” ("cabeza muerta" en latín), un cadáver de sus experimentos casi mágicos. Por extensión también se lo llama “Gólgota”. Por supuesto, hoy queda sólo el nombre: se fabrica en laboratorio con óxidos de hierro.

De estos nombres tan raros iremos hablando en otros posts. Si tienes interés en conocer por qué se llama así algún color determinado, dime y te lo cuento.

Fuentes: Doerner, M. Malmaterial und seine Verwendung im Bilde. Stuttgart, Enke V., 1989;
Welsch,N.-Liebmann, C.Chr. Farben. München, Elsevier V., 2004


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