Los colores que no son colores
Picasso, Guernica, 1937 |
Durante muchos siglos el blanco y el negro fueron considerados colores
y se colocaban a ambos extremos de la escala. De hecho, junto con el rojo y el
ocre, son de los primeros pigmentos que se han utilizado en la Historia de la
Pintura. Sin embargo, después de las investigaciones de Newton sobre las propiedades de la luz,
hoy ya no podemos considerarlos así, aunque nuestra percepción nos indique lo
contrario. Hoy sabemos que el blanco es luz pura y que contiene en sí todos los
otros colores del espectro y que el negro es la no-luz, pues no emite ningún
tipo de onda. Por eso no aparecen en las escalas cromáticas bidimensionales. En
el vocabulario técnico de la pintura los llamamos “valores”, que es un término asignado por Eugène Fromentin en
1876. A una escala que va del blanco al negro, pasando por varios matices de
grises, la llamamos “escala acromática” o “de valores”.
También el “valor” es una de las dimensiones del color, es decir,
cuánto de luz o de oscuridad tiene cada color,
p.ej.: un rosa es un rojo con “valor alto” (se acerca al blanco), en cambio, un
burdeos es un rojo con “valor bajo” (se acerca al negro). Un cuadro está bien
pintado cuando el contraste de los valores (“valorización”) está compuesto de
manera conciente y armónica. A partir de los impresionistas, que desarrollaron
su estilo basándose en los estudios de la luz de Chevreul, sólo hay contraste de color si hay
contraste de valor.
Caravaggio, San Jerónimo escribiendo, 1605 (Grisalla: edición fotográfica, C.del Rosso) |
El gris es sólo luz blanca débil. El gris no es sólo la mezcla de
negro y blanco, sino que puede ser cualquier color terciario o cuaternario, lo que llamaríamos en el lenguaje cotidiano los “pardos”.
¿Se puede pintar “acromáticamente”? Sí, claro. Es una técnica bastante
antigua, llamada grisalla, que consiste
en pintar con escala de grises o valores (o bien, con algún otro color= pintura monocroma). Se comienza a usar en la Edad Media
para representar estatuas en el plano bidimensional del cuadro y dar sensación
de bajorrelieve. En el Renacimiento se solía hacer una grisalla como base y por
encima se iban añadiendo capas de color transparentes (“veladuras”) hasta
lograr el tono requerido para la figura en cuestión. Esta técnica se siguió
usando durante mucho tiempo: Van Dyck, p.ej.
Ejemplos de cuadros en grisalla: la Odalisca en Grisalla de Ingres o
el mismo Guernica de Picasso.
Ingres, Odalisca en Grisalla, 1834 |
Fuentes: Dittmann, L. Farbgestaltung
und Farbtheorie in der abendländischen
Malerei,
Darmstadt, WBG, 1987;
Doerner, M. Malmaterial
und seine Verwendung im Bilde, Stuttgart, Enke V. 1989;
Welsch, N.-Liebmann, C.Chr. Farben. München, Elsevier V., 2004
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