van Gogh, Autorretrato, 1888 |
Las falsificaciones de Otto Wacker
Hay un detalle que siempre sorprende cuando uno explica la biografía de van
Gogh: ¿cómo puede ser que en vida haya vendido sólo un cuadro y hoy sea tan
famoso? ¿Qué ocurrió entremedio?
Pues, por la constancia de Johanna van Gogh, la cuñada del artista, y por
el “Escándalo Wacker”.
Johanna Van Gogh-Bonger,
1889
Al morir su esposo Théo, 6 meses después que el pintor, Jo se encontró
sola, con un bebé a quien mantener y con cuadros de Vincent hasta en el baño.
Tenía que salir adelante como fuera. Se propuso reivindicar la memoria de su
cuñado, tal como lo deseaba su marido. Se contactó con galeristas, en especial,
con Cassirer y los hermanos Bernheim-Jeune, y se dedicó a editar las cartas que
habían intercambiado los dos hermanos y que Théo había guardado con mucho
cariño. Gracias a sus esfuerzos, los galeristas comenzaron a organizar
exposiciones retrospectivas de Vincent. A los coleccionistas, especialmente alemanes,
les atraía la historia de van Gogh, genio incomprendido y con final trágico.
Las cartas contribuyeron a forjar esa imagen, que sigue vigente hasta el día de
hoy.
Si van Gogh es famoso, es por el esfuerzo de la querida Jo. Ella murió en
1925.
van Gogh, Noche estrellada en el Ródano,
1888
Sin embargo, como te contaba más arriba, hubo otro acontecimiento bastante
penoso, pero que terminó por apuntalar la tarea de Jo: las falsificaciones de
Otto Wacker.
Otto Wacker (Imagen: colby.edu)
Este señor era un alemán que se convirtió en marchante en 1925 y que gozaba
de mucho prestigio y credibilidad entre sus colegas. Se especializaba en la
venta de obras de van Gogh. Había mucho interés en coleccionarlo y los precios
se habían multiplicado por 20 y hasta 40 veces más. Siendo un pintor tan
productivo y con esos precios, la tentación estaba ahí: no costaba nada colar entre
el inventario alguna falsificación. Por lo demás, el catálogo razonado del
artista, es decir, el inventario total de las obras conocidas y auténticas,
sólo apareció recién en 1928, editado por el crítico De la Faille. La mayoría
de las obras pertenecían a coleccionistas o a la familia van Gogh y, en caso de
duda, siempre estaban las cartas (en las que Vincent hacía dibujos de sus
cuadros) y los registros de Johanna y, más tarde, de su hijo Willem.
Croquis de van Gogh (vangoghletters.com)
El catálogo iba a acompañar una exposición retrospectiva organizada por
Cassirer en su galería de Berlín. Cuando Grete Ring, curadora de la muestra, se
dio un paseo por la sala para supervisar el montaje, una serie de cuadros, que
aún no habían sido colgados, le llamaron la atención. Su intuición le decía que
eran falsos. Le pidió ayuda a su colega Walter Feilchenfeldt para
cerciorarse y éste coincidió con ella. Eran falsos: confrontados con los
verdaderamente originales, el fraude era evidente.
Estos cuadros habían sido presentados por Otto
Wacker. Aguzando los ojos, encontraron que los falsos eran 33. Devolvieron
inmediatamente las obras a este señor. Pero, claro, había mucho dinero en
juego. Los coleccionistas que le habían
comprado anteriormente no querían reconocer que sus adquisiciones no eran
originales y defendían a Wacker. Había opiniones de uno y otro bando.
Finalmente, la galería Matthiesen, que también le había comprado cuadros,
presentó una denuncia formal contra Wacker.
van Gogh, Terraza de café por la noche,
1888
La policía intervino. Requisó la casa de
Wacker y se encontró con cuadros de van Gogh (era 1929; van Gogh murió en 1890)
en plena ejecución, con la pintura fresca. Habían sido pintados por Leonhard,
el hermano de Otto, que era restaurador, y por el padre, Hans, que también era
artista. Ellos alegaron que tenían esos cuadros en el taller para restaurarlos.
O sea, ¡una verdadera empresa familiar!
van Gogh, Noche estrellada, 1889
Las opiniones entre los críticos seguían
divididas. Nadie quería reconocer que había caído en la trampa. El proceso
judicial comenzó en 1932. Por primera vez en la Historia, se utilizaron estudios
científicos como comprobación, aplicados a delitos relacionados con el arte.
Los análisis revelaron la presencia de un acelerador de secado que van Gogh
nunca había usado; por lo demás, las telas eran alemanas, cuando van Gogh
siempre usó de las francesas. Los rayos X revelaron una técnica de pintura
totalmente diferente. En el juicio
declaró el sobrino de van Gogh, Vincent Willem.
Van Gogh, La vendimia roja, 1889
¿Cómo llegó Wacker a convencer a tantos
expertos? Confiaron en él. Quisieron creer. Los van Gogh se habían revalorizado
y fue un artista prolífico; no había un catálogo completo en el cual basarse.
Wacker había pedido certificados de autenticidad a expertos tales como De la
Faille, Bremmer, Meier-Graefer y Rosenhagen y éstos se los dieron sin más. Ya
sabes, para autentificar un cuadro lo primordial es revisar la procedencia (lo vimos por aquí). Pero éstos no vieron nada raro. Wacker les había dicho que los
cuadros eran de un coleccionista ruso, que había huido de la URSS, que los
había llevado ilegalmente a Suiza y que prefería el anonimato, pues su familia se
había quedado en su país y podía correr peligro. No preguntaron más: era
razonable. Con esos certificados, Wacker pudo vender a galerías y
coleccionistas de renombre, sin ningún problema.
Willem, en el juicio, declaró que en los
registros de la familia no existía ninguna venta a un ruso. Johanna, al
comienzo, sólo le había vendido a Cassirer; esas pinturas no estaban en la
contabilidad de Cassirer ni habían pertenecido a Théo. O sea, 33 cuadros
aparecen porque sí, casi 40 años después de la muerte de Vincent, sin estar
mencionados en ninguna parte. Por otro lado, De la Faille insistía en que al
menos 5 de ellos eran auténticos: claro, era reconocer que se había equivocado…
Sólo se rindieron ante la evidencia del análisis del forense.
Wacker fue condenado por fraude y
falsificación de documentos a 19 meses de prisión y a pagar 30000 Reichsmark,
que no pudo pagar. Salió de la cárcel en 1935 y no volvió a dedicarse a la
pintura. Vivió en Berlín Oriental hasta su muerte en 1970. Muchos de los
cuadros falsificados desaparecieron. Una rareza: este autorretrato, falso, que
pertenece a la National Gallery de Washington.
Wacker, Autorretrato de van Gogh, 1925
El “Escándalo Wacker” tuvo mucha cobertura en
los medios de la época. El nombre de van Gogh se hizo popular y esto fue lo que
finalmente lo convirtió en el artista icónico que es hoy.
Fuentes: Charney, N. The art of forgery.
London, Phaidon, 2015
Feilchenfelt, W. “The fakes controversy”
Naifeh, St.- White Smith, G. Van Gogh. La vida.
Madrid, Taurus, 2012
Van Gogh, V. The letters of Vincent van Gogh. Londres, Penguin Books, 1997
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