van der Spelt, Trampantojo con flores y cortina, 1658 |
¿A quién se le ocurre pintar un cuadro así?!!!! ¿Por qué tapar estas
flores tan bonitas con una cortina?
Ya estarás pensando: claro, la atracción de lo oculto, el
desvelamiento… Sí, algo de eso hay, pero la cosa no es tan sencilla como
parece.
Claro que la función de la cortina es tapar, cubrir. Detrás de ella se
pueden esconder muchas cosas, secretos, misterios, historias. Correrlas
significa abrirse a un mundo nuevo, descubrir esos secretos. La cortina es el puente entre ese mundo y tú.
Vuillard, La cortina amarilla, 1893 |
Durante mucho tiempo las grandes obras maestras (y las que no se
podían mostrar por su contenido erótico) se cubrían con cortinas a modo de
protección. El dueño de la obra descorría el velo cuando quería mostrarla a sus
invitados o amigos. Y todos se deshacían en elogios: el sólo hecho de esperar a
que se descubra la obra te prepara emocionalmente para esa experiencia. Lo mismo
que te pasa cuando estás esperando a que se abra el telón de un escenario. El
cuadro de van der Spelt mostraría, con un trampantojo, esa costumbre. (Vimos los trampantojos por aquí.) Bueno, es cierto que como “naturaleza quieta”, ese
ramo de flores tiene también otros muchos significados, pero prefiero no
complicar las cosas más por hoy. (Si quieres ver lo de las “naturalezas
quietas”, pincha aquí.)
Metsu, Mujer leyendo una carta, 1664 |
En esta obra de Metsu puedes ver cómo la criada, que trae la carta,
curiosea un cuadro: se trata de una embarcación en un mar embravecido. ¿Qué
dice la carta? No lo sabremos nunca (mira este post). Metsu firma en el sobre
que sostiene la criada, como si la hubiese enviado él mismo. Sabemos que en
realidad esa carta es una carta de amor, sí, y que el amado está lejos, quizás
en lejanos mares: lo sabemos porque esta pintura tiene como compañera otra del
mismo formato, en el que aparece un hombre escribiendo una carta. En fin, sirve
como ejemplo de cómo se colgaban los cuadros en otros tiempos.
Sin embargo, esto de las cortinas viene de muy, pero muy lejos. Plinio
el Viejo nos cuenta una historia, la de Zeuxis de Heraclea y Parrasio de Éfeso.
Eran pintores muy renombrados de la Atenas del sg. V a. C.; ambos quedan como finalistas de un certamen que se
hizo para decidir quién era el mejor pintor de la ciudad. Presentan cada uno su
cuadro, cubiertos con una cortina, ante el jurado. Zeuxis corre su cortina
primero: su obra mostraba unas uvas tan perfectas que hasta los pájaros iban a
picotearlas.
Le toca el
turno a Parrasio, pero no corre la cortina. Zeuxis se acerca y queda anonadado:
la cortina era parte del cuadro. Zeuxis se reconoce como perdedor: él había
logrado engañar a los pájaros, pero Parrasio engañó a todos.
von Menzel, Interior de una habitación con balcón, sg. XIX |
O sea que
cuadros con cortinas pintadas ya existían desde ese entonces. Pero la leyenda
alude a otra cosa: que la pintura es engaño, un trampantojo; es un juego entre
la realidad e ilusión, que tiene como objetivo hacerte caer en esa trampa,
aunque sea sólo por un segundo. Cuando veas cuadros como éstos, es que aluden a
esta leyenda.
Pero hay más: en las culturas antiguas lo sagrado se cubría con un
velo. Abrir el velo implica pasar a una dimensión que está más allá de la
realidad. En la Biblia tenemos varios ejemplos de esto. Por ejemplo, en la 2da Carta a los Corintios, San Pablo habla
del Antiguo Testamento como un velo que desaparece con Cristo (2Cor. 3, 14-16).
María, en la Anunciación, es la que posibilita que se descorra ese velo. Es por
eso que en la representación de la Anunciación suele aparecer una cortina
abierta, como en el caso del Altar de Isenheim de Grünewald (lo vimos aquí) o
en Giotto, por dar algunos ejemplos.
Giotto, Anunciación, 1302; capilla Scrovegni, Padua, fresco |
Vermeer, Mujer leyendo una carta junto a una ventana, 1657 |
Pero mira este cuadro de Vermeer: es una mujer leyendo una carta, un
motivo que el artista ha pintado varias veces. Pero éste es especial: en una
lectura superficial es eso, una mujer leyendo una carta. Sin embargo, cuando
intentamos comprenderlo un poco más, la obra comienza a develar sus secretos.
Vermeer pinta a la mujer bañada por la luz de la ventana (la modelo es su
esposa, Catalina), cuya cortina roja ha sido alzada. Pero el cuadro también
tiene una cortina en trampantojo, como veíamos en el cuadro de van der Spelt,
que también ha sido abierta. Por todos estos indicios, esta obra se considera
una Anunciación velada.
Otro cuadro con cortina pintada que no podemos dejar pasar es el de
Rembrandt, La Sagrada Familia. En realidad, nada en la pintura nos da alguna
pauta de que se trate de la Sagrada Familia y durante algún tiempo se la llamó
simplemente “La familia del carpintero”. Lo curioso del cuadro es que incorpora
un marco pintado y una cortina, también abierta. Rembrandt estaría
representando lo que hemos visto antes: pinta el cuadro tal como se vería
colgado, con su marco y la cortina; pero habría que agregarle a todo esto su
marco y cortina real. ¿Nos está hablando otra vez de esa dualidad
engaño-realidad que es propia de la Pintura? Sí, pero también esa cortina medio
abierta nos lleva al ámbito sagrado; es el límite entre lo profano y lo
sagrado. ¿Y qué esconde esa cortina? Sobre el mueble aparece la firma del
artista, es decir que al descorrerla nos enteramos de que es un Rembrandt. Y
fíjate en el movimiento del paño: acaba de ser abierta. ¿Quién la abrió? ¿El
espectador?
Rembrandt, La Sagrada Familia, 1646 |
Otro cuadro en el que podemos ver este juego de significados, pero ya
en el ámbito profano es éste de Maes, La espía. Aquí tenemos 3 planos: cortina,
espía y el suceso atrás. ¿Cuál es el primer plano? ¿La cortina? Teóricamente
sí. Pero lo importante está en el plano medio, con la criada que nos invita,
con mirada cómplice, a prestar atención a lo que está pasando atrás. Pero no
nos podemos saber exactamente qué es lo que está pasando porque la cortina
nos oculta parte de la escena. Este tipo de desdoblamiento e inversión de los
planos es muy común en el Barroco y lo retomarán más tarde los surrealistas o
los pintores metafísicos, como Magritte.
Maes, La espía, 1655 |
Magritte, El bello mundo, 1962 |
Alguna vez vimos a Magritte (pincha aquí): nos tiene acostumbrados a
cambiarle la apariencia y significado a los objetos cotidianos y no podía
perderse esto de las cortinas. Tiene unas cuantas obras sobre el tema: me quedo
con éste. Las cortinas ya no pueden ocultar nada: la imagen que deberíamos ver
a través de una ventana inexistente, adoptó la forma de la cortina y ganó el
primer plano, como debería ser.
Richter, Cortina II, Blanda, 1966 |
Y para terminar: Gerhard Richter, que también tiene una serie sobre
este tema. La diferencia está en que ya no podemos ver lo que hay detrás. Lo
tenemos que adivinar. O tendremos que esperar a que alguien nos las abra.
Tiziano, Retrato del Cardenal Filippo Archinto, 1558 |
(Y si quieres ver un cuadro aún más raro… éste de Tiziano, Retrato de
Filippo Archinto: nombrado arzobispo de Milán, no pudo ejercer su cargo.)
Fuentes: Binstock, B. Vermeer’s family secrets. New York,
Routledge, 2009
Stoichita, V. La
invención del cuadro, Barcelona. Ed. Del Serbal, 2000
Torczyner, H. René Magritte. Zeichen und Bilder. Köln, DuMont, 1988
notas personales
Muchas gracias por tan interesante abordaje.
ResponderEliminarMuchas gracias por su comentario!
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