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jueves, 11 de junio de 2020

Detrás de la cortina




van der Spelt, Trampantojo con flores y cortina, 1658

¿A quién se le ocurre pintar un cuadro así?!!!! ¿Por qué tapar estas flores tan bonitas con una cortina?

Ya estarás pensando: claro, la atracción de lo oculto, el desvelamiento… Sí, algo de eso hay, pero la cosa no es tan sencilla como parece.

Claro que la función de la cortina es tapar, cubrir. Detrás de ella se pueden esconder muchas cosas, secretos, misterios, historias. Correrlas significa abrirse a un mundo nuevo, descubrir esos secretos. La cortina es el puente entre ese mundo y tú.

Vuillard, La cortina amarilla, 1893

Durante mucho tiempo las grandes obras maestras (y las que no se podían mostrar por su contenido erótico) se cubrían con cortinas a modo de protección. El dueño de la obra descorría el velo cuando quería mostrarla a sus invitados o amigos. Y todos se deshacían en elogios: el sólo hecho de esperar a que se descubra la obra te prepara emocionalmente para esa experiencia. Lo mismo que te pasa cuando estás esperando a que se abra el telón de un escenario. El cuadro de van der Spelt mostraría, con un trampantojo, esa costumbre. (Vimos los trampantojos por aquí.) Bueno, es cierto que como “naturaleza quieta”, ese ramo de flores tiene también otros muchos significados, pero prefiero no complicar las cosas más por hoy. (Si quieres ver lo de las “naturalezas quietas”, pincha aquí.)

Metsu, Mujer leyendo una carta, 1664
En esta obra de Metsu puedes ver cómo la criada, que trae la carta, curiosea un cuadro: se trata de una embarcación en un mar embravecido. ¿Qué dice la carta? No lo sabremos nunca (mira este post). Metsu firma en el sobre que sostiene la criada, como si la hubiese enviado él mismo. Sabemos que en realidad esa carta es una carta de amor, sí, y que el amado está lejos, quizás en lejanos mares: lo sabemos porque esta pintura tiene como compañera otra del mismo formato, en el que aparece un hombre escribiendo una carta. En fin, sirve como ejemplo de cómo se colgaban los cuadros en otros tiempos.








Sin embargo, esto de las cortinas viene de muy, pero muy lejos. Plinio el Viejo nos cuenta una historia, la de Zeuxis de Heraclea y Parrasio de Éfeso. Eran pintores muy renombrados de la Atenas del sg. V a. C.; ambos quedan como finalistas de un certamen que se hizo para decidir quién era el mejor pintor de la ciudad. Presentan cada uno su cuadro, cubiertos con una cortina, ante el jurado. Zeuxis corre su cortina primero: su obra mostraba unas uvas tan perfectas que hasta los pájaros iban a picotearlas.

Le toca el turno a Parrasio, pero no corre la cortina. Zeuxis se acerca y queda anonadado: la cortina era parte del cuadro. Zeuxis se reconoce como perdedor: él había logrado engañar a los pájaros, pero Parrasio engañó a todos.

von Menzel, Interior de una habitación con balcón,
sg. XIX
O sea que cuadros con cortinas pintadas ya existían desde ese entonces. Pero la leyenda alude a otra cosa: que la pintura es engaño, un trampantojo; es un juego entre la realidad e ilusión, que tiene como objetivo hacerte caer en esa trampa, aunque sea sólo por un segundo. Cuando veas cuadros como éstos, es que aluden a esta leyenda.










Pero hay más: en las culturas antiguas lo sagrado se cubría con un velo. Abrir el velo implica pasar a una dimensión que está más allá de la realidad. En la Biblia tenemos varios ejemplos de esto. Por ejemplo, en  la 2da Carta a los Corintios, San Pablo habla del Antiguo Testamento como un velo que desaparece con Cristo (2Cor. 3, 14-16). María, en la Anunciación, es la que posibilita que se descorra ese velo. Es por eso que en la representación de la Anunciación suele aparecer una cortina abierta, como en el caso del Altar de Isenheim de Grünewald (lo vimos aquí) o en Giotto, por dar algunos ejemplos.

Giotto, Anunciación, 1302; capilla Scrovegni, Padua, fresco


Vermeer, Mujer leyendo una carta junto a
una ventana, 1657
Pero mira este cuadro de Vermeer: es una mujer leyendo una carta, un motivo que el artista ha pintado varias veces. Pero éste es especial: en una lectura superficial es eso, una mujer leyendo una carta. Sin embargo, cuando intentamos comprenderlo un poco más, la obra comienza a develar sus secretos. Vermeer pinta a la mujer bañada por la luz de la ventana (la modelo es su esposa, Catalina), cuya cortina roja ha sido alzada. Pero el cuadro también tiene una cortina en trampantojo, como veíamos en el cuadro de van der Spelt, que también ha sido abierta. Por todos estos indicios, esta obra se considera una Anunciación velada.










Otro cuadro con cortina pintada que no podemos dejar pasar es el de Rembrandt, La Sagrada Familia. En realidad, nada en la pintura nos da alguna pauta de que se trate de la Sagrada Familia y durante algún tiempo se la llamó simplemente “La familia del carpintero”. Lo curioso del cuadro es que incorpora un marco pintado y una cortina, también abierta. Rembrandt estaría representando lo que hemos visto antes: pinta el cuadro tal como se vería colgado, con su marco y la cortina; pero habría que agregarle a todo esto su marco y cortina real. ¿Nos está hablando otra vez de esa dualidad engaño-realidad que es propia de la Pintura? Sí, pero también esa cortina medio abierta nos lleva al ámbito sagrado; es el límite entre lo profano y lo sagrado. ¿Y qué esconde esa cortina? Sobre el mueble aparece la firma del artista, es decir que al descorrerla nos enteramos de que es un Rembrandt. Y fíjate en el movimiento del paño: acaba de ser abierta. ¿Quién la abrió? ¿El espectador?

Rembrandt, La Sagrada Familia, 1646


Otro cuadro en el que podemos ver este juego de significados, pero ya en el ámbito profano es éste de Maes, La espía. Aquí tenemos 3 planos: cortina, espía y el suceso atrás. ¿Cuál es el primer plano? ¿La cortina? Teóricamente sí. Pero lo importante está en el plano medio, con la criada que nos invita, con mirada cómplice, a prestar atención a lo que está pasando atrás. Pero no nos podemos saber exactamente qué es lo que está pasando porque la cortina nos oculta parte de la escena. Este tipo de desdoblamiento e inversión de los planos es muy común en el Barroco y lo retomarán más tarde los surrealistas o los pintores metafísicos, como Magritte.

Maes, La espía, 1655


Magritte, El bello mundo, 1962
Alguna vez vimos a Magritte (pincha aquí): nos tiene acostumbrados a cambiarle la apariencia y significado a los objetos cotidianos y no podía perderse esto de las cortinas. Tiene unas cuantas obras sobre el tema: me quedo con éste. Las cortinas ya no pueden ocultar nada: la imagen que deberíamos ver a través de una ventana inexistente, adoptó la forma de la cortina y ganó el primer plano, como debería ser.














Richter, Cortina II, Blanda, 1966
Y para terminar: Gerhard Richter, que también tiene una serie sobre este tema. La diferencia está en que ya no podemos ver lo que hay detrás. Lo tenemos que adivinar. O tendremos que esperar a que alguien nos las abra.















Tiziano, Retrato del Cardenal Filippo Archinto,
1558
(Y si quieres ver un cuadro aún más raro… éste de Tiziano, Retrato de Filippo Archinto: nombrado arzobispo de Milán, no pudo ejercer su cargo.)


















Fuentes: Binstock, B. Vermeer’s family secrets. New York, Routledge, 2009
Stoichita, V. La invención del cuadro, Barcelona. Ed. Del Serbal, 2000
Torczyner, H. René Magritte. Zeichen und Bilder. Köln, DuMont, 1988
notas personales


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