navigation + slideshow

jueves, 22 de junio de 2017

El engaño perfecto

Van Meegeren y el Museo Boymans Rotterdam

van Meegeren, La cena de Emaús, 1938

¿Te acuerdas? Una vez te conté cómo van Meegeren engañó a medio mundo, y especialmente a Göring, con sus Vermeer falsos. (Si te lo perdiste, pincha aquí.) El jerarca nazi fue sólo una de sus tantas víctimas. El Cristo y la adúltera, el “Vermeer” que poseía Göring, era el último de una serie de falsificaciones: para ser más exactos, seis, más 2 “de Hoochs” (tanto como para diversificar y no despertar sospechas).

van Meegeren, Cristo y la adúltera
La historia había comenzado mucho tiempo antes. Van Meegeren era un pintor bastante mediocre, que recibía críticas lapidarias sobre su obra. Como venganza, planeó burlarse de los críticos, comisarios y etc. ¿Con qué autor engatusarlos? Eligió a Vermeer: no sabemos prácticamente nada de él y apenas si se le pueden atribuir 30-35 obras. Perfecto para un falsificador. 

Los acontecimientos también jugaron a su favor: de repente, después de siglos de estar escondidos o atribuidos a otros pintores, aparecen varios cuadros de Vermeer. Los americanos se desesperaban por tener uno y pagaban millones por ellos. A la vez, Holanda se desesperaba al ver que su patrimonio se escurría hacia el otro lado del Atlántico. Los precios subían.

Vermeer, La lechera, 1617
Detrás de estos descubrimientos estaba Abraham Bredius, crítico de arte, especialista en Siglo de Oro holandés. Confiaba ciegamente en su intuición y nadie osaba contradecirlo. Había encontrado 3 Vermeer y había sido condecorado por sus logros. Gracias a él, La lechera fue comprada por el Rijksmuseum y se salvó de terminar en USA. Pero su intuición no era infalible: anunció en un artículo de 1932 que Hombre y mujer junto a un espinal era un nuevo Vermeer;  sin embargo, el resto de los críticos no lo consideró así. Para él fue un baldón que dudaran de su autoridad. Y, sin embargo, es un van Meegeren.

Caravaggio, La cena de Emaús, 1606
Van Meegeren estaba dispuesto a todo. La jugada debía de ser magistral: inventar un Vermeer de la nada, de tema religioso y en gran formato, como el recién aparecido Cristo en casa de Marta y de María y la Alegoría de la fe. El episodio de la cena de Emaús se ajustaba perfectamente a sus propósitos. Había pintado una versión en 1922 y los críticos lo habían despedazado: era la venganza perfecta. Toma el modelo de Caravaggio, la 2da versión de 1691.











Vermeer, Jesús en casa de Marta y María,  1654
Ideó, a fuerza de ensayo-error, una técnica para envejecer 300 años a su pintura. (Te lo conté en el post anterior, pincha aquí.) Lo comenzó en el otoño de 1936; pintaba a escondidas, sin modelos, en su casa de la Costa Azul. Pero, como tú sabes, por lo que te he contado otras veces (pincha aquí), para certificar la originalidad de una obra de arte hace falta mucha documentación, la “procedencia”. ¿Y qué mejor que Bredius para consagrar a La cena de Emaús?











Vermeer, La encajera, 1669
Van Meegeren necesitaba un intermediario para no involucrarse directamente; por casualidad, se encuentra con Gerard Boon, un político destacado, y le cuenta la historia de que una familia holandesa, que vive en Italia, necesita dinero para escapar a USA de los fascistas. El cuadro había sido llevado a Francia para su venta, pero se necesitaba la opinión de un experto. Boon se lo lleva a Bredius, que ya tenía 82 años y se había establecido en Francia. Disipadas las primeras dudas, Bredius cae en éxtasis ante el cuadro. Inmediatamente se pone en contacto con Dirk Hannema, director del Museo Boymans de Rotterdam. Éste necesitaba un Vermeer: 100 años atrás se les había escapado de las manos La encajera. Había que juntar el dinero como sea para que Emaús se quedara en Holanda. 


Vermeer, Alegoría de la fe, 1671
Entretando, Boon (por indicación de van Meegeren) lo muestra en la galería Duveen, de Londres, que era la que gestionaba todas las compras de los americanos. Mandan a 2 especialistas a ver el cuadro y enseguida éstos se dan cuenta de que es una falsificación. Por miedo a que otra vez los americanos aparecieran con sus dólares, los holandeses se apresuraron a conseguir los 520000 florines que pedía la supuesta familia. (1)

Así fue cómo en 1938 fue presentado al público en el Museo. Luitweiler, el restaurador, lo acondicionó para la exposición: le quitó el barniz que van Meegeren le había puesto para añejarlo y le puso uno nuevo. La exposición fue todo un éxito (y por supuesto, el pintor fue a verla). Fue la joya del Museo hasta 1945, cuando van Meegeren en prisión confesó que lo había pintado él. Aunque no se lo publicita, aún hoy es la obra más requerida por los visitantes en el Museo Boymans.

van Meegeren, La Última Cena
A estas alturas, te estarás preguntando cómo pudo engañar a tantos especialistas. No hay que ser un experto para darse cuenta de que esos cuadros poco tienen que ver con Vermeer. Tampoco su técnica de añejamiento podía pasar desapercibida en el microscopio. ¿Luitweiler no se dio cuenta? ¿O se calló porque no podía desdecir a Bredius? Y éste, después del suceso con Hombre y mujer junto a un espinal necesitaba rehabilitar la infalibilidad de su intuición vermeeriana: le vino como anillo al dedo. ¿Nadie sospechó que, después de tantos siglos olvidado y confundido, apareciera un Vermeer por año? En plena 2da Guerra Mundial, Vermeer era un remanso de paz. Todos querían un cuadro suyo, pero ¡apenas si hay unos 30! Lo que hizo el estafador fue cubrir esa demanda: “¿Quieren un Vermeer? Pues aquí lo tienen.” Y ellos cayeron en la trampa, porque les dio precisamente lo que ansiaban encontrar. (2)


van Meegeren, Cristo entre los escribas


Y te agrego esto, para pensar:
“Ayer este cuadro valía millones de florines y expertos y amantes del arte de todo el mundo han venido y han pagado para verlo. Hoy no vale nada y nadie daría un paso, incluso cuando lo pudieran ver en cualquier parte gratis. Pero el cuadro no ha cambiado. ¿Qué ha cambiado entonces?” (Esto lo dijo van Meegeren, en el juicio) (3)


(1)    Unos 4 millones de dólares actuales, aprox.
(2)   Bredius murió antes del juicio a van Meegeren; afirmó hasta el último suspiro que Emaús es un Vermeer. Hannema tampoco se desdijo, a pesar de las evidencias.
(3)    (Dolnick, pág. 273)
               
Fuente: Dolnick, E. Der Nazi und der Kunstfälscher. Berlín, Parthas, 2014;
López, J. Man who made Vermeers. Boston, HMH, 2009
Traducción de las citas: C.del Rosso

No hay comentarios :

Publicar un comentario