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jueves, 1 de agosto de 2024

Cumplir con la condena

 

Bacciarelli, Hércules y el león de Nemea, 1777


Los 12 trabajos de Hércules

Si hay un mito que dio tema, inspiración y dolores de cabeza a más de un artista es éste, el de los 12 trabajos de Hércules, llamado así, a la romana (para los griegos era Heracles). Cuando tocaba mostrar el heroísmo, seguro que algún rey o noble encargaba una serie de 12 cuadros con este personaje (como le pasó a Zurbarán). Hoy diríamos que fue el ejemplo perfecto de la superación y de la resiliencia…

Durero, Heracles luchando contra las aves
del Estinfalo, 1500


Heracles era hijo de Zeus (sí, otro más) y de una pobre chica mortal, Alcmena. Por parte de madre descendía de Perseo y Zeus, tiempo ha, había dictaminado que el próximo rey de Micenas debía salir de esta familia. Hera (Juno), cuándo no, se enfureció al saber que Heracles estaba por nacer y se las ingenió para que Euristeo, también descendiente de Perseo, naciera a los 7 meses y así adelantarse al parto de Alcmena. A Zeus esto no le gustó nada, pero mantuvo su promesa: Euristeo se convirtió en rey de Micenas.

Heracles se convirtió en un hombre con una fuerza física poderosa. Odiaba a Euristeo, quien le había robado el trono (bah, cosas de Hera, el pobre bebé no tenía la culpa). Hera, que no iba a dejar esto así como así, le infundió a Heracles un ataque de locura. Éste mató con sus propias manos a su esposa Mégara y a sus hijos (algunos dicen que eran 3; otros, 8). Cuando cobró la consciencia, se desesperó al ver lo que había hecho y se autoexilió a tierras solitarias. Su hermanastro lo fue a buscar y le aconsejó que consultara al oráculo de Delfos.

Pollaiuolo, Hércules y la hidra, 1475


Y la sibila habló: Heracles debía expiar la culpa del asesinato de sus seres queridos, cumpliendo 12 pruebas, que le debía imponer Euristeo, su archienemigo. (Esta parte de la leyenda tiene diferentes versiones, dependiendo de la fuente.) (¿Era realmente culpable Heracles, si andaba Hera haciendo de las suyas?)

Y Heracles venció las 12 pruebas, con algunos percances entremedio, por los cuales tuvo que agachar la cabeza y someterse a otras más. El héroe debía vencer a distintos monstruos que amenazaban a los pueblos. El orden de éstas varía según quién te lo cuente, pero generalmente las verás así:

Rubens, Heracles y el león de Nemea, s.f.


En primer lugar, debía matar y despellejar al león de Nemea. Como todos los monstruos que se precien, este león azotaba a la ciudad de Nemea sin piedad. Era invencible, pues tenía una piel tan dura que ningún arma podía atravesarla. Pues ahí fue Heracles. Lo intentó de todas maneras, no hubo caso. La cueva donde se escondía el león tenía 2 entradas. Heracles tapó una de ellas, entró a la cueva y lo estranguló. Pero faltaba quitarle la piel: imposible. Sólo lo logró gracias al consejo de Atenea (Minerva): debía hacerlo con las propias garras del animal. Desde entonces, nuestro héroe se cubrió con la piel de este león, que le servía como armadura. Por eso, en muchas pinturas aparece con una capa de piel.

Cranach el V. Hércules y la hidra de Lerna, 1537


Lo siguiente: matar a la tremebunda hidra de Lerna. La hidra era una especie de serpiente con 3 cabezas. Si se le cortaba una, le aparecían dos nuevas. Una de ellas era de bronce y era inmortal. Custodiaba una de las entradas al Hades y emitía un vapor tóxico. Vaya desafío. Heracles no se sentía capaz de hacerlo solo y por eso le pidió ayuda a su sobrino Yolao. Heracles provocó que la hidra saliera de su escondite, tirándole flechas con fuego. Acto seguido, le iba cortando las cabezas y le salían otras dos. Imposible. A Yolao se le ocurrió quemar el corte de la cabeza y así impidieron que se volvieran a generar. Heracles enterró la cabeza inmortal, no sin antes mojar la punta de sus flechas en la sangre venenosa de la hidra. A Euristeo no le gustó que Yolao lo hubiera ayudado y consideró que por eso esta prueba no valía.

Luego, le tocó cazar a la cierva de Cerinea, que era muy veloz. No conforme con esto, Euristeo le ordenó capturar vivo al jabalí de Erimanto, que provocaba terremotos y se alimentaba de seres humanos, provocando el terror. Heracles lo encadenó y se lo presentó a Euristeo, para luego matarlo y ofrecerlo a Apolo.

Moreau, Hércules y las aves del Estinfalo, 1872


Lo siguiente fue espantar a las aves del Estinfalo. Otros monstruos dignos de mención: tenían pico, garras y alas de bronce y se comían a los habitantes o al ganado. ¿Te las imaginas? Heracles trató de matarlas con sus flechas, pero no había caso. Atenea apareció en su ayuda: le regaló un cascabel (o algo parecido) y con su sonido logró ahuyentarlas.

Luego, domar al toro de Creta. Un toro feroz, que echaba fuego. Heracles se subió a su lomo, lo domó y lo llevó a Micenas a través del mar Egeo. Se lo presentó a Euristeo y lo liberó.  

Como si esto no fuera suficiente, tuvo que limpiar los excrementos de los establos de Augías. Este señor tenía el mayor ganado de las tierras griegas; los establos nunca se habían limpiado. Euristeo quiso humillar a Heracles, imponiéndole una prueba asquerosa y en la que no podría usar su fuerza. Pero Heracles era más que un fortachón: cavó un canal y desvió 2 ríos, que se llevaron toda la porquería como si nada en un solo día.

Delacroix, Hércules e Hipólita, estudio para una luneta, 1852


Otro más: robar las 4 yeguas carnívoras del gigante Diomedes. Se volvieron mansas cuando devoraron a su propio dueño. El siguiente trabajo: robar el cinturón mágico de Hipólita, una de las amazonas. Fácil: raptó a su hermana y pide el cinturón a cambio. De paso, mata a Hipólita y le quita su hacha, que llevará siempre consigo.

Cranach, Hércules y los bueyes de Gerion, 1537


Y ya que estamos, robar el rebaño del gigante Gerión. Se puso en camino y se encontró con que el paso del mar estaba cerrado. Ni corto ni perezoso, con sus propias manos abrió las 2 rocas, creando así el estrecho que hoy llamamos “de Gibraltar”, con sus “columnas de Hércules”. Tuvo varios inconvenientes con su botín, pues se lo robaron dos veces y Hera, que no podía creer que pudiera vencer el desafío, le enviaba todos los males posibles para boicotearlo.

Zurbarán, Hércules separa los montes Calpe y Abyla, 1634


A estas alturas ya era un experto en robos: le tocó apoderarse de las manzanas de oro del jardín de las Hespérides, unas ninfas. Para esto, engañó a Atlas, el padre de las ninfas y el que sostiene el cielo: le pidió que, por favor, le trajera algunas de las valiosas manzanas, mientras él lo reemplazaba por un rato con el cielo. Atlas, al regresar (se ve que se había cansado de su tarea de sostenedor), se ofreció a llevar él mismo a Euristeo las frutas, pero Heracles, muy astuto, le pidió que lo sostuviera por un rato, mientras se arreglaba la túnica, y huyó.

Burne-Jones, El jardín de las Hespérides, 1869


Y, por último, raptar al can Cerbero, el perro guardián del Hades, el Infierno griego. Hades se lo pemitió, pero con la condición de que lo hiciera sin armas. Fue una lucha tremenda, en la que casi nuestro héroe pierde la vida; consiguió inmovilizarlo y se lo llevó.

Sargent, Hércules, 1921


Cumplida su condena, Heracles comenzó una nueva vida: se enamoró, se casó, tuvo hijos… pero las cosas no terminaron bien. Los malditos celos… Murió envenenado, sin querer, por su esposa. Ésta, al ver lo que había hecho, se clavó un puñal en el pecho. Vamos, una tragedia griega con todas las letras.

Zeus, cuando se enteró de que Heracles había muerto, lo envió al cielo en forma de una constelación.

Rubens, La apoteosis de Hércules, 1637


La historia de Heracles (Hércules) dio pie a innumerables obras de la Literatura, películas y, por supuesto, cuadros. Puedes ver en las imágenes la variedad de interpretaciones de cada uno de sus trabajos.

Heracles/Hércules es el ejemplo de la fortaleza humana, unida a la inteligencia práctica. El ser humano que vence a las bestias. El símbolo de la resistencia y el espíritu de lucha.


Fuentes: Cansik, H.-Schneider, H. Der Neue Pauly. Stuttgart, Metzler V., 1996

Grimal, P. Diccionario de mitología griega y romana. Bs.As., Paidós, 1981

 Ovide, Les Métamorphoses. Paris, Les Belles Lettres, 2021

 

 

 


 

 

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