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jueves, 6 de julio de 2017

“Lo hice yo”

La firma del pintor

Durero, Búho, 1508 (acuarela)
Cuadro firmado=cuadro terminado. O te lo digo al revés: si el artista considera que está terminado, lo firma. Aunque la realidad no es tan así. 

¿Cuándo está terminado un cuadro? Nunca. Matisse iba a retocar sus cuadros a los museos, para desesperación de los guardias. Leonardo no terminó nunca La Gioconda, sólo la muerte interrumpió su trabajo en ella. Éstos son sólo unos ilustrísimos ejemplos.








Firmar un cuadro implica una cierta certeza de dejar de trabajar en él o de darlo por terminado, aunque sea por un tiempo. Pero, ¿para qué firmarlo? Existen miles y miles de obras sin ella. Muchas son anónimas, de las que no tenemos ni idea de quién las creó; otras, simplemente porque el autor no quiso firmarlas, aunque sepamos quién es. El tema no es nada sencillo.

Caravaggio, David con la cabeza de Goliath, 1606
La firma es un medio de autentificación de un cuadro. Un mismo artista puede tener varias firmas distintas, como pasa con Picasso o Vermeer. Generalmente la ha estampado él mismo, pero no necesariamente. Sorolla no firmaba todo lo que pintaba, no perdía el tiempo en eso, todo el mundo sabía que ese cuadro era un “Sorolla”. Esto traía muchos problemas, porque el comprador quería exhibir su firma (no cualquiera tiene un “Sorolla”). Como se lo pasó años y años pintando por las distintas regiones de España no siempre podía atender el deseo de su cliente. Solución: firmaba su señora o sus hijos por él. Un gran rompecabezas para el que tiene que hacer la certificación de autenticidad.

Vermeer, El geógrafo, 1606
Pero, ¿es necesario? No es una obligación, de hecho, como te dije, hay miles de obras sin ella. Pareciera que firmando el pintor hace un acto de afirmación de su autoestima: “Lo hice yo”. De hecho, hay miles de cuadros en los que aparece la inscripción “Fulanito lo hizo”. No es trivial: durante siglos los pintores lucharon para que su actividad fuese considerada noble y digna (¡Piensa en los esfuerzos de Velázquez y de Rubens!). Firmar era dar un paso más en esa dirección.









Ánfora de Exequias, sg.VI a.C.


¿Cuándo se puso por primera vez? Por lo que sabemos, en las cerámicas griegas. En la Antigüedad el artista era un artesano con un don especial, inspirado por las Musas. No era algo usual; sin embargo, conocemos algunos nombres de artistas ilustres, como el de Exequias.





Fray Rufilus, letra R, Códice Bodmer, 200 d.C.



Los bárbaros arrasaron con todo a su paso y en la Edad Media el arte se volvió anónima. De esa época  quedan muy pocos testimonios, citados por otros, trasmitidos por la tradición o bien, porque algunos se atrevieron a poner su nombre. Fray Rufilus se pinta así mismo dentro de la R y firma.


A partir del sg. XV se va haciendo cada vez más frecuente, pues la obra de arte se va convirtiendo poco a poco en un fenómeno individual.







Durero, El martirio de los 10000. 1508
Firmar no es sólo hacer un garabato: hay muchas maneras de hacerlo. Una de ellas es el autorretrato del artista incluido dentro de la obra. Durero en la Adoración de los Magos, como Gaspar (puedes ver el análisis de este cuadro pinchando aquí); o en el Martirio de los 10000, en el que aparece en el centro del cuadro con el cartellino con su firma. Botticelli, en la Adoración de los Magos. Velázquez en Las Meninas también es una manera de decir “Lo hice yo”. Caravaggio se pinta como un Goliat decapitado; Miguel Ángel, desollado en el Juicio Final de la Capilla Sixtina.








Whistler, Nocturno: azul y plata, 1872



Durero firmaba con su monograma. Whistler, con un sello con una mariposa, en reverencia al arte oriental








Sánchez Cotán, Bodegón, 1602
¿Dónde? La firma no debe de ser un estorbo para la composición del cuadro y es parte de ella.  Puede ir en cualquier lugar. Sánchez Cotán lo hacía en el centro, bien visible. Se dice que Leonardo pintó sus iniciales en la pupila de la Mona Lisa.









Carrá, Manifestazione Interventista, 1914



Clara Peeters dejaba su impronta en reflejos o en los objetos de sus bodegones.(Si quieres ver sus cuadros, pincha aquí.) Carrá, en su collage Manifestazione interventista, pegó su apellido en una esquinita, recortado de quién sabe dónde.












Holbein el Joven, Retrato de
 Georg Gisze, 1532


A veces el artista pone su firma en un papelillo o en un cartel pintado, que aparece en algún lugar del cuadro, el  cartellino. Fíjate en el retrato de Holbein: ¡hay unos cuantos! 










Gysbrechts, El taller del pintor, 1670



o en El taller del pintor del maestro del trampantojo, Gysbrechts: no sólo pone su papelillo firmado y su autorretrato, sino su paleta, cuadros... todos, atributos del pintor







Velázquez, La rendición de Breda, 1634 (Las lanzas)


Velázquez colocó el papelito en Las lanzas, pero nunca lo firmó: no hacía falta. (Una firma ausente: ¿la mejor?)

El reverso del lienzo también es un lugar apropiado, y da pie a más especificaciones como fecha, número de inventario, técnica, hora o estación del año en que se lo pintó…







van Eyck, El matrimonio Arnolfini, 143

Una firma puede incluso darnos la pista del sentido de la obra. En El matrimonio Arnolfini, van Eyck firma con una inscripción en la que declara haber estado ahí presente, como testigo del suceso del cuadro (y aparece reflejado en el espejo). Duchamp cambió la historia del arte contemporáneo firmando su “Fuente” como R.Mutt.








Broodthaers, Serie: Firmas I, 1969




Y la vuelta de tuerca: pintar un cuadro sólo con tu firma. Broodthaers lo hizo: ¿la repetición hace que pierda valor, que la cosifique, como hacía Warhol? ¿O de tanto repetir se afirma el yo del artista?








¿Qué te parece? ¿Firmamos o no nuestros cuadros?


Fuentes: Honour, H.-Fleming, J. Weltgeschichte der Kunst, Munich, 1983
Laneyrie-Dagen, N. Leer la pintura. Barcelona, Larousse, 2010
Stoichita, La invención del cuadro. Barcelona, Ed. del Serbal, 2000

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