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jueves, 9 de marzo de 2017

La peor desgracia para un pintor


Matisse, Interior con violín, 1917
¿Cuál es la peor desgracia para los pintores? Perder la visión, sin duda.

Un músico sordo puede leer la partitura e imaginarse la melodía; un pintor no puede pintar sin ver. Los colores no son táctiles, no tienen sabor ni perfume.

Muchos artistas sufrieron enfermedades en sus ojos, pero el verdadero calvario es saber que no se podrá pintar nunca más. Matisse intentó aprender a tocar el violín como plan B ante una eventual pérdida de visión. Por suerte, eso no sucedió y pudo pintar hasta el final de sus días, claro, con gafas.





Modigliani, Figura de mujer,  sg. XX


La cosa cambió un poco en el siglo XIX, cuando la oftalmología logró muchísimos avances y fue posible calibrar mejor los cristales de las gafas o hacer operaciones menos cruentas y más precisas. También es cierto que no tenemos muchos datos clínicos de artistas anteriores a ese siglo y los que se han trasmitido son poco confiables.









Chardin, Autorretrato con
visera, 1775
Los artistas se las arreglaban como podían. Algunos dejaron de pintar, otros se sometieron a operaciones para mejorar en parte esas limitaciones, otros dejaron constancia de su padecer en sus autorretratos.

El más documentado y famoso es, sin duda, Monet. No sólo porque se quejaba constantemente de su falta de visión en sus cartas, sino porque todavía se puede consultar su historia clínica. 







Monet comenzó a ver los colores más amarillentos hacia 1908. En 1912, con 72 años, le diagnosticaron cataratas y le recomendaron operarse, pero no quiso saber nada con esto. Estaba trabajando en su gran obra de los Nenúfares; pintaba a toda velocidad, porque tenía miedo de quedarse ciego. Su amiga Mary Cassatt había tenido lo mismo: se las habían operado, pero con muy malos resultados. Intentó mejorar la situación con radium (recién descubierto por Mme. Curie) pero fue a peor y finalmente dejó de pintar en 1915. 

Monet, Nenúfares azules, 1916

Con este ejemplo cercano, Monet se negaba a operarse hasta que Clemenceau lo convenció: lo intervinieron en 1922, con 82 años. El postoperatorio fue complicado, ¡tanto para el artista como para los médicos! Era un enfermo muy quejoso, no cumplía con el reposo recomendado y se sacaba las vendas de los ojos. Estaba ansioso por ver bien y se desesperaba por la lentitud de la recuperación. Decía que veía el amarillo y el azul demasiado vibrantes. Le hicieron probar gafas con cristales de distintos colores para mitigar este efecto, hasta que al fin la casa Zeiss logró dar con el cristal correcto. En su caso, la historia tuvo final feliz: volvió a ver mejor que antes. Decía que era una verdadera resurrección: él, que había rechazado una y otra vez la operación, ¡ahora se la recomendaba a todos!

Degas, En la sombrerería, 1905-10
Degas se fue quedando ciego por causas hereditarias. La luz le hacía daño y por eso no pintaba al aire libre. Dejó el óleo por el pastel y el dibujo y, cuando casi ya no veía, se dedicó a la escultura y a experimentar con la fotografía. Zoé, su criada, le leía los libros y los diarios. En sus cartas habla constantemente a sus amigos sobre el tema, pues le cuesta mucho escribirles: debe leer y releer con una lupa el texto y corregirlo una y otra vez. Le da rabia, angustia, y casi no sale de su casa. Algunos lo describen vagando sin sentido por la calle. Lo examinaron grandes especialistas, pero no queda su historia clínica. Por los síntomas, se cree que tenía algún problema en la retina.








Pissarro, Autorretrato, 1898
Los ojos de Pissarro lagrimeaban constantemente, hasta que un día se le produjo una tremenda infección. El médico le ordenó reposo y no salir, pero ¡Pissarro pintaba al aire libre!  Le hicieron curaciones durante 15 años, sin mucho resultado. Él se las arreglaba pintando los paisajes que veía desde una ventana. En uno de sus autorretratos se lo puede ver con gafas y los ojos enrojecidos.





Renoir, Muchacha apoyada sobre su codo, 1918




Miopes hubo muchos: Matisse, Renoir, Reynolds, Cézanne, Toulouse-Lautrec Renoir se resistía a usar gafas. Cuando las probó dijo: “Mi Dios, ¡veo como Bouguereau!” (el enemigo de los impresionistas, el representante de la pintura realista y académica). Las gafas le hacían ver de manera demasiado nítida: las usaba sólo de vez en cuando. Sus cuadros tienen los contornos difuminados, con colores suaves. Y la predominancia del rojo también tiene que ver con esta limitación visual.





Cézanne se negaba a ponerse las gafas, “esas cosas ahí delante”. Se quejaba de que los planos se superponían; para él era una paradoja que su éxito se debiera a una deficiencia de sus ojos.

Munch, Autorretrato durante enfermedad ocular,
1930



Munch veía manchas negras, aparentemente por un coágulo de una hemorragia de la que no se sabe la causa. Se le volvió una obsesión: las pintó en sus cuadros como un anillo, como un pájaro, hasta que el coágulo se disolvió y dejó de verlo (y desapareció de sus obras).




Tiziano, Coronación de espinas, 1572




Otro ciego famoso es Piero della Francesca: nos lo cuenta Vasari, pero no tenemos otro dato más que el que él nos menciona… Tiziano, con la edad, también perdió mucha visión: sólo basta comparar las 2 versiones de su Coronación de Espinas.










¿Influye una deficiencia visual en el estilo de un artista? No necesariamente. Puede que sí, puede que no. Puede influir en la elección de los colores, en la mayor definición o no de los contornos, en las proporciones. En casos de artistas que trabajaban con ayudantes no podemos saber hasta qué punto éstos corrigieron los errores de sus patrones. 


El Greco, Entierro del Conde de Orgaz, 1586





Algunos deforman las figuras intencionalmente, como Modigliani, del que sabemos que no sufría ninguna enfermedad en sus ojos. Se dice, por ejemplo, que El Greco alargaba sus figuras porque las veía así, pero si analizamos sus obras, es un recurso que no usa todas las veces, o sea, no es un problema de visión. 









Guercino, Autorretrato pintando Amor Fedele, 1600






Giovanni Francesco Barbieri era llamado “il Guercino” (“el bizco”) por su estrabismo; sin embargo, esto no se vislumbra en sus obras.











“A veces me siento temblar por el horror. Esta enfermedad de la vista me ha golpeado duro. Mi ojo derecho está dañado definitivamente.”[1] Son las palabras de un Degas desesperado.



Fuentes: Guérin, M. Degas Letters. Oxford, Bruno Cassirer, 1947
López Mato, O. Males de artistas. Bs.As., Gamacolor, 2011
Monet, C. Los años de Giverny, Madrid, Turner, 2010
Welsch,N.-Liebmann, C.Chr. Farben. München, Elsevier V., 2004






[1] Carta a Tissot, 1873?

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