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jueves, 1 de diciembre de 2016

El arte de mostrar arte (1ra parte)

(Imagen: L. Vigo)

Una conocida acababa de recibir en herencia una casa en la playa y, con ella, una gran cantidad de cuadros. Cuando superó el dolor de la pérdida de su tía, quiso reformar la casa a su gusto, pero manteniendo los cuadros en honor a ella. Terminaron los trabajos y un día me llamó desesperada para que la ayudara a elegir cuáles había que colgar.

Ella estaba muy confundida: no podía elegir sola, pues luchaba frente al respeto a su tía, el valor artístico o el valor afectivo… El problema era que no sólo estaban los cuadros de su tía, sino que ¡también ella tiene muchas obras que fue coleccionando a lo largo de su vida! La selección nos llevó bastante tiempo. Cuando estuvieron todos colgados, viendo el resultado, me dijo: “Deberías escribir sobre esto en tu blog”.



(Imagen: C. del Rosso)
Colgar cuadros no requiere de conocimientos científicos, pero tiene sus cosas… Es muy raro que te ocurra lo que a esta señora, quiero decir, paredes limpias, sin nada y empezar de cero y, además, montones de cuadros ajenos más los propios. Salvo que te estés por mudar, claro. Normalmente vamos decorando nuestras casas de a poco y la decoración se va ajustando a las distintas etapas de nuestras vidas. Si te ha tocado vivir en varios países, como me ha pasado a mí, tendrás un poquito de cada lugar: ¡mi árbol de Navidad tiene adornos de todas partes!

En fin, hay algunas reglas básicas:






1-  Colgar lo que te guste, aunque el cuadro no valga nada. Pregúntate: “¿Me gustaría ver esto desde mi sillón todos los días?”. Los cuadros conviven con nosotros, son parte de nuestra vida diaria, ¿para qué ponerlo si no te gusta? Conocí el caso de un matrimonio que en un viaje a Egipto el marido se encaprichó con un papiro enorme y lo puso frente a la cama. El viaje para ella fue una pesadilla, ¡les pasó de todo!: enfermedades, robo de pasaporte y tarjeta de crédito, hotel horrible…  Y todas las mañanas, al ver el papiro, se acuerda de todo eso... Mala cosa para empezar el día…

2-  Tienen que guardar proporción con el espacio al que están destinados. No puedes poner un cuadro de 3 x 3 m si tu salón es pequeño: no tendrías la distancia necesaria para apreciarlo. O al revés, poner en una pared inmensa un único cuadrito de 20 x 15 cm: te quedaría como naufragando en todo lo ancho y alto del vacío de tu pared.



(Si pinchas en la foto, verás este cuadro en mi página web)


3-  Los cuadros son para ser mirados desde cierta distancia. Por eso, en los pasillos no conviene poner cuadros grandes, pues no te podrías alejar para verlos.

Van Gogh, La habitación, 1889


4- No pongas cuadros de gran valor sobre los radiadores o estufas. El calor los daña.


5-   ¿Y en baños y cocinas? En el baño el gran enemigo es la humedad; en la cocina, la grasa, los vapores… No son lugares para obras de arte importantes: coloca espejos, platos de cerámica, cosas que puedas limpiar sin problemas. (Hay quien puso un Miró original sobre la bañera…)

(Imagen: C. del Rosso)


6-   ¿Espejos? No sólo sirven para mirarse: multiplican la luz y agrandan los espacios. Pero ten cuidado dónde los pones: aunque sea una obviedad decirlo, reflejan lo que tienen enfrente. ¿O es que quieres ver tu ropero reflejado en el espejo?

7-    A la altura de los ojos, estando de pie. Y no los pongas en el suelo (aunque esté de moda): esto obliga a una visión desde arriba, cuando la obra fue hecha para verla de frente. Además, da la impresión de puestito de feria y rebaja a este nivel el valor de la obra, aunque ésta no sea tu intención. Se ensucian más fácilmente y pueden dañarse con la aspiradora y con todo tipo de manchas.


Renoir, Naturaleza muerta con ramo,  1871


Esto es lo básico, pero… ¿cómo?

Te lo explico más detalladamente la próxima.

Nota: El cuadro que aparece en la imagen es obra mía. Puedes verlo con más detalle si pinchas en la foto. También puedes ver otras obras en mi web cristinadelrosso.com












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