Matisse, Mujer con robe morada, 1937 |
Hablar de “púrpura” puede traer muchos problemas: ¿a qué color
exactamente nos estamos refiriendo? Si eres alemán, será un color violeta
rojizo o carmín; si eres japonés, es un color violeta azulado claro; si eres italiano,
pensarás en un rojo oscuro; si eres americano o inglés, te recordará a las
amatistas… ¿Por qué pasa esto?
Darle un nombre a un color depende de muchos factores y en muchos de
ellos, se trata de cuestiones culturales, de tradición.[1]
En parte, como hablamos en el artículo anterior, se debe a que el violeta es un color ambiguo.
Pero en el caso del púrpura hay que añadir lo siguiente: sólo surge
cuando se mezclan las ondas de luz rojas y azules en un determinado ángulo de
incidencia, con lo cual se
convierte en un color muy inestable, y eso se refleja en nuestra percepción de
él. Para comprenderlo más fácilmente: observa las flores de la bouganvilla a
distintas horas del día y comprobarás por ti mismo estas variaciones.